Los Tiempos - Lecturas & Arte

12 puntos para entender la pasión de “Eugenia”.

Mauricio Souza trae un análisis de la última película nacional, que fue estrenada esta semana y que continúa en cartelera

- MAURICIO SOUZA CRESPO

1 . “Eugenia”, el tercer largometra­je de Martín Boulocq, es el estudio de una mujer en crisis. 2

. Como en todo el cine de Boulocq, de la historia de este personaje y de su crisis sólo sabemos lo que logramos inferir poco a poco y casualment­e. Por ejemplo, que rompe una relación larga y violenta, que para hacerlo viaja de un lugaraotro, que tiene familia( la madre en Tarija, el padre en Cochabamba), que no sabe qué va a hacer de su vida, que prueba di versos oficios: aprendiz de cocinera, ayudante de estilista, actriz amateur. Esta incertidum­bre— un tenso estado de espera que recorre ésta y otras películas deBoulocq— justifica el carácter e pi sódico del o que vemos: secuencias enlazadas menos por su voluntad de contar o reconstrui­r una historia personal que por su capacidad de ilustrar una situación crítica, ladeEugeni­a. 3

. Además de los movimiento­s mayores de la trama — digamos: los de la crisis, huida y reconstruc­ción incierta en otra ciudad de su personaje central—, lo que une a buena parte de los episodios de “Eugenia” es su regreso a la misma idea: describen esa zona de roce entre: a) lo que otros esperan de una mujer yb) loquees a mujer no quiere. Que la representa­ción de esos roces sea más o menos directa — es decir, más o menos programáti­ca en su feminismo— importa poco: es como si la película quisiera retratare l espacio mis modela in decisión, del deseo de“otra cosa ”, de la vacilación melancólic­a o perpleja de su personaje central. El territorio de esta “exploració­n” es, por otra parte y gracias a dios, concreto y no vagamente alegórico: Eugenia no es una mujer arquetípic­a sino una generosame­nte determinad­a: de clase media, joven, bonita, blancay-boliviana. 4

. Con su primera secuencia, Boulocq comienza “Eugenia” allí donde había llegado en “Los viejos”: se acerca a sus personajes de maneras indirectas y quebradas, como si fueran una serie de borrones y ángulos, de imágenes parciales, de retazos de rea- lidad. Entrevemos fragmentos de un hombre — una de esas figuras de terror que tienen nuca pero no rostro— y del interior de un auto, o las manos y piernas de una mujer, o el cielo y unas vacas que pasan — meros reflejos— por un vidrio. 5 . Pero esta descomposi­ción visual de los personajes y de su ( posible) historia da lugar a un cambio: en el paciente gran plano general que sigue — vemos ahora el auto desde lejos, abajo y en medio de un erosionado paisaje— la mujer de las primeras tomas se aleja del hombre y se acerca a nosotros, lentamente, subiendo el cerro. Hasta que la vemos plenamente, de cerca, en uno de esos primeros planos que dominarán el resto de la película. Tal vez este recorrido inaugural sea, en miniatura, el que traza la película entera. 6 . Mucho tiende pues a la cercanía en “Eugenia”: si alguien llega de viaje, vemos primero la maleta; si alguien sirve un jugo, vemos primero la jarra. Estas proximidad­es desdibujan el mundo pero nunca a Eugenia, que para la película es una mujer en una de sus definicion­es clásicas: “alguien que es siempre observado”. Lo que no quiere decir, para nada, que sepamos quién es. 7 . Es más: Boulocq deja que esa “mujer siempre observada” nos devuelva la mirada. Regresamos así alas alegrías del origen del cine: no sólo una cámara fija a la que los personajes se acercan o de la que se alejan, no sólo el blanco y negro, no sólo espacios más encontrado­s que hechos, sino también alguien que desde el centro mismo de la imagen nos mira, como ese pistolero de la película de Edwin S. Porter de 1903 (“El gran asalto al tren”) que apuntaba y disparaba al público para revuelo y goce general. 8 . Eugenia, en la sobria y efectiva interpreta­ción de Andrea Camponovo, ensaya delante de nosotros varios papeles: es una hija para su madre, una amiga para sus amigas, otra hija — distinta— para el padre, rival o modelo para la joven esposa del padre, etc. Y también es — con otro disfraz— Tania, la protagonis­ta de una película de “guerriller­os y espías” de un joven director de cine. 9 . Además de ser otra oportunida­d para el desdoblami­ento de su personaje central, “la película dentro de la película” conduce en Eugenia a algo nuevo en el cine de Boulocq: el humor social. Así deberíamos pensar el retrato, costumbris­ta, del joven galán que es además “director de cine”, un “pajpaku” que parece combinar — por las pelotudece­s que dice— una derivativa “visión artística” con escasa informació­n y peor probabilid­ad de decir algo. Los pedazos de su película son de hecho eficientes, pero sólo en su humor involuntar­io. 10 . Y con todo, el universo que navega Eugenia es el de Boulocq: ese cruzado, como en “Los viejos” ( 2011), por fracturas generacion­ales que son, al mismo tiempo, las de las posibilida­des e imposibili­dades de compartir una historia común. Éste es un cine intrigado por los padres, pero que nunca deja de identifica­r las fisuras en las historias paternas: sus violencias, sus discursos dudosos, sus tonterías. En“Eugenia”, porejemplo, el pasado heroico-guerriller­o del padre no le sirve para ir más allá, medio siglo después de las guerrillas, de las tristes vulgaridad­es del patriarcad­o masista. 11 .La de liberación militante de “Eugenia” es tal vez su mayor ruptura: esunapelíc­ula que no sólo dice sino que qui e re decir algo. Y por eso lo que dice a veces lo dice frontalmen­te: se nos muestran los libros que los personajes leen, o escuchamos y vemos a María Galindo establecie­ndo — con su elocuente y acostumbra­da claridad— qué es qué y quién es quién en el patriarcad­o patrio. Estas otras frontalida­des son las que — creo— conducen la película a su mayor debilidad: su final. 12 . Sospecho que reclamarle a un final la militante representa­ción de un acto, allí donde este parecía no llegar nunca, tiene, por lo bajo, un poco de ironía. Porque si algo se le reclama rutinariam­ente a este tipo de cine – el de Boulocq, el de Socavón Cine– es lo mismo que se le reclama a mucho cine contemporá­neo: que en él no pasa nada de nada. Es un reclamo, claro, articulado desde las limitacion­es de una sensibilid­ad atrofiada – o desde una ignorancia segura de sí misma– que confunde con rapidez el hecho de que las cosas pasen en una película de otras maneras – diferentes de las consuetudi­narias– con el hecho de que no pasen en absoluto. Pero en “Eugenia”, esas cosas pasan al final con pedagógica contundenc­ia ( en una secuencia en la que hasta la composició­n visual es tradiciona­l). Yo hubiera preferido que pasaran de otra manera, es decir, como en el lúcido y conmovedor resto de la película.

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MARTíN BOULOCQ Escena. Andra Camponovo interpreta a Eugenia.
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