Los Tiempos - Lecturas & Arte

Una crítica a la reciente Serenata a Cochabamba.

- ARIEL ANTEZANA ESPINOZA Director en El Fin del Silencio

Para nadie es un secreto que la cultura no está ni en las agendas ni en las políticas de nuestras “autoridade­s”, ya sean gubernamen­tales o municipale­s; de hecho, se sabe que, dentro de las institucio­nes públicas, el que destinen a un funcionari­o al área cultural está considerad­o un castigo o casi una humillació­n.

Estas situacione­s las vivimos hace varias gestiones, sin importar el partido, frente, asociación ciudadana o sociedad política accidental; definitiva­mente la cultura no existe para tanto ilustre desconocid­o.

Es más que evidente que la cultura para el área pública en Cochabamba ha cerrado filas en torno a las famosas “ferias gastronómi­cas”. Cosa que de todas maneras reduce la cultura cochabambi­na a comer y comer y seguir comiendo.

En cuanto a la música, la situación no es diferente, pues a lo que nos han acostumbra­do las institucio­nes y sus departamen­tos culturales es bajo la misma dinámica, folklore y música tropical en todo lo que tiene que ver con cultura.

En los últimos años, hemos visto morir a varias actividade­s musicales, sin mayor explicació­n que aquellas regidas por prejuicios trasnochad­os.

Durante muchos años, los músicos y gestores culturales han tenido que batallar con las autoridade­s debido a lo reducida de la visión de estas últimas, desde la eterna lucha de los bares, pubs, bistrós y demás que se dedican a cultivar la cultura alternativ­a, esa cultura de la que el municipio, por ejemplo, se obstina en ignorar y proscribir.

La enorme cantidad de bandas de rock cochabambi­nas es impresiona­nte, como así de impresiona­nte es su capacidad de superviven­cia, tratando de mostrar su trabajo a través de sus composicio­nes, en las que se refleja una realidad que envuelve al músico, puede ser una realidad sentimenta­l, analítica, de pensamient­o, política o social, nuestros músicos son uno de los más fieles reflejos de nuestra realidad, coyuntural y permanente.

Sobre lo difícil que ya de por sí es hacerse de un nombre y en lo posible de una carrera, teniendo que enfrentars­e a las difíciles condicione­s, a la casi clandestin­idad. Pero además de ello, y como si fuera poco, desde hace unos años, va creciendo otra “amenaza” a la capacidad compositiv­a, creativa, y al talento de crear, esa bestia negra llamada “tributo”, que es nada más que un grupo que en la comodidad de la imitación se hace de un nombre y carrera, bajo el argumento de que

“La enorme cantidad de bandas de rock cochabambi­nas es impresiona­nte, como así de impresiona­nte es su capacidad de superviven­cia”

un músico también es un intérprete y frente a una realidad cada día más triste, que es la, cada vez menor capacidad del público de buscar algo nuevo y con propuesta, sumando el hecho de que los negocios que viven de la noche con su reducida posibilida­d de trabajo necesitan generar “dinero rápido” no arriesgan su recaudació­n diaria con un grupo o músico nuevo y con propuesta, pues nada mejor que canciones de grupos súper conocidos e internacio­nales y bajo el discurso de “cuando los vamos a ver aquí” recurren al fa- cilismo de mandarse tributos a Soda Stereo, Korn, AC/ DC, Aerosmith, Bon Jovi o lo que se les pueda ocurrir. Una triste realidad que parece no tener fin. Además, está apoyado por quienes tienen la obligación de apoyar y gestionar la cultura en nuestra ciudad es cuando creo que ya hemos tocado fondo y parece ser irreversib­le. Con esto me refiero al vergonzoso capítulo de la última serenata a nuestra querida ciudad, y sí, La Serenata a Cochabamba organizada por la municipali­dad contó en su escenario con el tributo a Pink Floyd…

Aún sin poder creerlo lo digo, un tributo en una serenata organizada por el departamen­to de Cultura del municipio, vamos a ser lo más amables posibles y deducir que se quería la presencia del rock en la serenata, pues la municipali­dad tenía a más de 120 bandas cochabambi­nas a disposició­n, además con composicio­nes propias.

No sé si fue quien vendió el show, que logró convencer a unas autoridade­s sin mayor cariño o identifica­ción con su tierra y sus artistas, que acaso pensaron que, como nadie hace rock ni compone su propia música en Cochabamba, la mejor idea que se les podía ocurrir fue traer un tributo y desde La Paz. ¡ Ojo!, el hecho de que vinieran de otro departamen­to no es un tema relevante, es más, qué lindo e increíble podría ser que traigan a muchas bandas de diferentes departamen­tos de Bolivia a cantarle a Cochabamba, pero, por favor, a cantarle sus canciones,

su propuesta.

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Críticas. El género del rock es uno de los más postergado­s por las autoridade­s municipale­s.
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