OTROS CASOS
También en la ciencia Nettie Stevens descubrió las bases cromosómicas que determinan el sexo, pero el mérito se lo llevó, en un principio, el genetista Thomas Hunt Morgan. Esther Lederberg trabajó codo con codo con su marido y ambos experimentaron e investigaron con bacterias y cómo estas se inmunizan ante determinados medicamentos. Ada Lovelace desarrolló un lenguaje de programación complejo cuando la idea de un ordenador estaba aún muy lejos de la que se tiene hoy en día. Es considerada la madre de la programación, pero sus aportaciones quedaron durante años bajo la firma de Charles Babbage. cutible en la obra, pero este nuevo libro dice que la mayoría de ideas eran suyas y que el apoyo fue de él hacia ella.
Moser, según recoge el diario británico The Guardian, tuvo acceso al archivo reservado de la Universidad de Chicago y habló con amigos y conocidos de la pareja. Aunque el autor reconoce que la obra se basó, al menos en cierta medida, en las notas e investigación de Rieff, afirma que es “casi seguro” que él no lo escribió.
Una amiga de Sontag dice en el libro que “Susan pasaba todas las tardes reescribiendo todo desde cero”.
En una carta a su madre, la autora dijo que está trabajando 10 horas al día en el libro y que ya iba por la tercera parte.
Tras ocho años, ella pidió el divorcio y en el acuerdo de separación se estipulaba que Rieff sería nombrado siempre como el único autor del libro que le dio la fama.
Rieff se lanzó a por la custodia del hijo que tuvieron ambos y argumentaba la incapacidad de Sontag para criarlo por su orientación sexual.
Según Moser, 40 años después Rieff envió un paquete a Sontag en el que había una copia del libro con una dedicatoria: “Susan, amor de mi vida, madre de mi hijo, coautora de este libro: perdóname. Por favor. Philip”.
“Me atrevería a adivinar que Anónimo, que escribió tantos poemas sin firmarlos, era a menudo una mujer.”
La fotografía 51 demostró que la secuencia del ADN era una doble hélice. La capturó Rosalind Franklin, una química y cristalógrafa inglesa. Su hallazgo fue fundamental para el descubrimiento más importante del siglo XX.
Sin embargo, su nombre se enterró en la historia bajo los de James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins.
Los tres desarrollaron sus estudios sobre la fotografía de Franklin que Wilkins, su compañero de laboratorio, filtró a los otros dos.
Cuando Watson envió a la revista Nature el trabajo que lo acreditaba como el descubridor de la estructura del ADN, Franklin ya estaba trabajando en otro laboratorio en el campo del ADN y virología.
Según la biógrafa Brenda Maddox, Franklin no estaba resentida. Cinco años después, murió de cáncer de ovarios.
En 1962, Wilkins, Watson y Crack recibieron el Nobel de Medicina sin una simple mención a Franklin.
Cuando, en 1968, Watson escribió sus memorias “The doublé helix”, se refería a Franklin como Rosy, en tono paternalista y, a veces, despectivo. Esto causó una reacción en los que la conocieron y en diversos historiadores y su aportación al descubrimiento de la estructura del ADN fue rescatada para la posteridad.
“En algunas ocasiones sus maridos o compañeros se asignaban la obra como propia y en otras, los nombres de las mujeres se borraron y sus aportaciones en colaboraciones fueron minimizadas.”