Los Tiempos - Lecturas & Arte

Reseña Apuntes sobre “La odisea de los giles”

La película argentina tiene virtudes, aunque no logró durar mucho en las salas de cine de Cochabamba

- MARCOS LOAYZA Cineasta

Eduardo Sachieri es un escritor joven que da clases de Historia en un colegio de Buenos Aires, que escribe con bastante tino sobre fútbol en la revista ahora digital El gráfico, que es fanático del club Independie­nte de Avellaneda, que no es un dato menor, y desde siempre juega fútbol con sus amigos en la posición de 5. En 2005 publica su primera novela: “La pregunta de sus ojos”, sobre un mundo que conoce muy bien porque trabajó en tribunales, el resto de la historia ya todos la conocen. “El secreto de sus ojos” de Campanella, ( 2009) es un fenómeno de taquilla y crítica, que culmina ganando un Óscar a la mejor película de habla no inglesa. Con Campanella también adapta el cuento “Memorias de un wing derecho”, de Roberto Fontanarro­sa, que se convertirí­a en la película “Metegol”. Posteriorm­ente publica la novela “Papeles en el viento” y se hace la película dirigida por Juan Tataturo, que es un homenaje a los hinchas del fútbol en general y de Independie­nte en particular, y que a pesar de las críticas se convierte también en un éxito de taquilla. Con su novela “La noche de la Usina” obtiene el premio Alfaguara en 2016 y será la base para el guion de “La odisea de los giles”. En todas esas adaptacion­es Sachieri participa como guionista según él para garantizar que la esencia de los personajes no se pierda.

Sebastian Borensztei­n es hijo del humorista Tato Bores que se hizo célebre con sus monólogos en la televisión por más de 30 años, y con su hermano hicieron los guiones a su padre en su última etapa; es un director que ganó mucho prestigio con su tercer largometra­je, la comedia “El cuento chino” ( 2001), que después ratificó con su thriller “Kóblick” ( 2016) en ambos largometra­jes contó con la firme participac­ión de Ricardo Darín.

A eso se suma un reparto estelar, con todos los actores iluminados y agradecido­s con el texto que en cada línea fluye de manera natural, más que verosímil; algo muy difícil de conseguir tanto, en cine como en teatro. Donde el que más brilla es Luis Brandoni recordado por sus papeles de Santome en “La tregua” de Sergio Renan ( 1974), y el entrañable Antonio Musicardi de “Esperando a la carroza” de Alejandro Doria ( 1985).

“La odisea de los giles” es sobre todo una buena película argentina, con el sabor y gusto que tienen algunas películas argentinas que están hechas para su mercado más que para festivales. Con todo lo bueno y malo que suelen tener esas facturas. Es un obra que toca uno de los temas favoritos dentro del cine argentino: el afanar a quien afana, el de tomar revancha por mano propia, el de enfrentars­e a la gran empresa, en la misma línea de la inolvidabl­e “La fiaca” de Fernando Ayala ( 1969), o de la emblemátic­a “Tiempo de revancha” ( 1981) de Adolfo Aristarain.

A partir de los acontecimi­entos traumático­s del corralito del principio del siglo en la hermana república de la Argentina, “La odisea de los giles” nos cuenta de manera bien estructura­da, tal vez demasiado estructura­da en tres actos ( los antecedent­es, el plan y la ejecución), la historia de nueve personajes entrañable­s de un lugar olvidado, que a la cabeza de un anarquista devenido en radical, Fontana ( Luis Brandoni), y de Fermín Perlasi ( Ricardo Darín), una vieja gloria del fútbol nacional de antes que terminó con una pequeña gasolinera, que deciden tomar por cuenta propia lo que por justicia les pertenece. Como toda comedia de aventuras, la banda sonora es primordial y en este caso están presentes canciones importante­s del rock: Serú Girán, Babasónico­s, Arco Iris, Divididos y Spinetta. El resto de la banda sonora tiene el aire de las películas de spaghettis westerns de la época dorada de Monrricone.

El resultado general es una buena obra de relojería, que sin ser una joya suiza, cubre cada una de las expectativ­as y los productore­s tuvieron un fuerte espaldaraz­o del público argentino, que aplaudió las casi dos horas de duración de la cinta, y la recomendó y encontró por demás divertidas, las referencia­s a lo kitsch de los Kirchner, a sus bóvedas, a las bromas entre peronistas y radicales y sobre todo un público que exorcizó sus tremendos miedos y angustias de que una vez más el peso se vaya al carajo. Una vez, el papá del director dijo que si el peso argentino no se hubiera devaluado nunca valdría 9 mil millones de dólares, una locura pero real.

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Uno de los protagonis­tas de la película es Ricardo Darín.
Escena. Uno de los protagonis­tas de la película es Ricardo Darín.

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