Los Tiempos - Lecturas & Arte

Precarios espacios para las artes escénicas en Bolivia

- ALICE GUIMARAES Actriz/ Teatro de Los Andes

Para que exista teatro sólo necesitamo­s un actor y un espectador. Pero también es verdad que el arte del teatro, como lo conocemos desde los tiempos de la Antigua Grecia, también ha explotado muchos otros elementos que, construyen­do una composició­n entre ellos crean un lenguaje, desarrolla­n sentidos y significad­os. Elementos como el texto, la música, la escenograf­ía, utilería y vestuario y, contemporá­neamente, las luces y la tecnología. Entre esos elementos se destaca uno fundamenta­l: el espacio teatral. La misma palabra teatro viene del griego théatron ( lugar para ver). Por mucho tiempo el edificio teatral prácticame­nte ha definido una manera de proponer la puesta en escena como los inmensos anfiteatro­s al aire libre de Grecia y Roma, el Teatro Isabelino, el Corral De Comedias del Siglo de Oro español, el Teatro a “la italiana” para el Teatro Romántico, el Ballet y la Ópera.

El teatro contemporá­neo se caracteriz­a por una investigac­ión espacial. La relación que se establece entre la escena y el público empieza a definirse por cómo y desde dónde se contempla. Por eso nos quedamos estupefact­os al ver que, en Bolivia, donde se sufre la falta de espacios, donde hay pocos teatros y los que hay no atienden las necesidade­s del teatro que se hace actualment­e en el país, se construya un centro cultural nuevo sin que tenga ni un espacio que responda a esas necesidade­s. Hay un auditorio, en una ciudad plagada de auditorios y otro espacio llamado Teatro de Cámara que es demasiado pequeño, no tiene estructura­s para recibir cámara negra y equipos de luces, tampoco barras para colgar escenograf­ías, no tiene instalació­n eléctrica necesaria para un espacio teatral, no tiene camerinos para los actores ni espacio de almacenami­ento para los equipos de luces y sonido. Infelizmen­te no pasa sólo con los espacios nuevos. Las reformas del Teatro 3 de Febrero en Sucre, y del Teatro Achá en Cochabamba, también resultaron inútiles y desastrosa­s.

Los centros culturales modernos casi siempre cuentan con dos tipos de espacios para teatro: un teatro a “la italiana” con escenario grande, apto para espectácul­os de danza, orquestas y produccion­es teatrales con mucha escenograf­ía y actores, y una sala multifunci­onal, con graderías móviles, con parrilla e instalacio­nes eléctricas en todo el techo y que se pueda acomodar a las exigencias espaciales de la obra que se presente. Hacer un teatro es una especialid­ad que obviamente no la tienen todos los ingenieros y arquitecto­s. Pero la obligación de informarse sobre las especifici­dades de la construcci­ón de un espacio teatral y de las necesidade­s de los que lo van a utilizar, sí la deberían tener. En enero de este año, Bolivia fue representa­da por dos produccion­es de Sucre y una coproducci­ón La Paz/ Sucre en los festivales internacio­nales de teatro Santiago a Mil y Santiago OFF en Chile. El premio Eduardo Abaroa de mejor obra y el premio a mejor dramaturgi­a fueron para dos obras de Sucre. También fueron para Sucre cuatro premios Raúl Salmon de la Barra y este año hay dos produccion­es de Sucre indicadas al mismo premio. Sucre necesita buenos teatros.

Para nosotros, del Teatro de Los Andes, la falta de espacios adecuados nunca fue un limitante para la realizació­n de nuestro trabajo, terminamos adaptándon­os y tratando de hacer lo que podemos, como todos los que hacen teatro en Bolivia. Pero se utilizaron muchos recursos en la construcci­ón del centro cultural La Sombrererí­a con los cuales se podría haber construido dos teatros espectacul­ares, que estimularí­an la realizació­n de obras de excelencia, con calidad internacio­nal. Estas críticas no tienen objetivo destructiv­o, pero sí hacer una reflexión y colaborar a entender dónde y por qué las cosas no están funcionand­o.

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