Los Tiempos - Especiales (Bolivia)

Disciplina y constancia, pilares esenciales del éxito de Karen Tórrez

La “sirena” cochabambi­na comenzó su brillante carrera deportiva a los 12 años y pretende seguir cosechando títulos en la undécima versión de los Juegos Suramerica­nos

- NATALÍ VARGAS

Para que una niña cochabambi­na se convierta en récord bolivarian­o de natación debe cumplir condicione­s físicas, tener el biotipo para las pruebas de velocidad, pelo ondulado y ojos oscuros, extensa sonrisa y palabras seguras.

Para los padres, que su hija sea Karen Milenka Tórrez Guzmán es el máximo honor. Ella siempre mira a los ojos, habla amablement­e con todos. Se duerme antes de las 11 de la noche y despierta a las 5 de la mañana todos los días, desde hace 13 años.

En todo lo que se propone es disciplina­da. Es lo que ha decidido ser: una chica que haga bien todo aquello que decida hacer, desde estudiar, jugar baloncesto, hacer atletismo hasta bailar, y tocar instrument­os musicales.

Llegó al seno de los Tórrez Guzmán la mañana de 29 de enero de 1992. “Fue una niña muy esperada, porque teníamos ya dos varones y queríamos una hijita mujer, entonces tratamos de que las condicione­s se dieran para eso. Karen llegó para dar muchas alegrías y ser compañera de mi otro hijo, con quien tienen una diferencia de año y medio”, desvela su mamá, en la sala del domicimán, de la familia, ubicado en el barrio Mirador de la ciudad de Cochabamba.

Es pasado el mediodía del martes 8 de mayo, y los papás de Karen, Carlos y Roxana, atentos a una de las tantas entrevista­s que dieron a medios en su vida, reconocen que después de conseguir la medalla de oro en los 50 metros libres de los Juegos Bolivarian­os Santa Marta 2017, muchos ojos están puestos sobre el desempeño de Karen en los Suramerica­nos.

“Ésta es una parte de sus medallas, porque la otra vez ella se llevó varias, se las pidieron para alguna cosa”, dice su mamá, Roxana Guzapuntan­do una especie de vitrina colgada en la pared, repleta con al menos 600 medallas. Karen dice que hace unos tres años que perdió la cuenta, pero calcula que hasta el momento es acreedora de unas 800 medallas de tantas competicio­nes en las que brilló.

En su habitación, que desde hace dos años es ocupada por ella esporádica­mente, están varios álbumes de fotos que su madre atesora. En ellos se la ve desfilando en el kínder, tocando el clarinete, bailando caporal y cientos de veces en podios con la bandera de Bolivia, sonriendo, levantando las manos en pleno compañeris­mo junto a sus contrincan­tes.

Como la mayor parte de sus días desde los 12 años, Kalio ren pasa varias horas en malla. Desde que volvió de España, hace dos años, vive en La Paz. Allí es una alumna más de la carrera de Nutrición de la Universida­d Mayor de San Andrés, de 8:00 a 13:00, y entrenador­a de natación del Club Hípico Los Sargentos, de 17:30 a 20:30.

A la hora que sus papás atienden la entrevista, ella segurament­e está en malla, gorro y lentes, dentro de sus dos horas de entrenamie­nto vespertino. Las primeras dos horas de práctica tuvieron lugar entre las 5:30 y las 7:30 de la fría madrugada paceña.

“Yo no sé qué pasaba, pero a menudo, cuando iba a recoger a mi hija de sus clases de natación en el club Delfines, cuando era niña, la encontraba castigada, fuera de la piscina, con las manos arriba”, rememora su madre en medio de sonrisas.

Sucede que Karen siempre fue muy traviesa y, a veces, cuando le decían que volviese al punto de partida caminando por el borde de la piscina, ella lo hacía nadando. Otras veces tenía inocentes peleas con los otros niños y cosas por el estilo.

De hecho, por inquieta, antes de sus cinco años se arrojaba a la piscina y hasta a ríos, sin aún saber nadar. Por eso, sus padres decidieron inscribirl­a a clases de natación junto con su hermano mayor, Irwing.

Siempre fue muy buena alumna, y pese a que durante la adolescenc­ia la natación la llevó a varios países y la obligó a ausentarse de clases, siempre obtuvo diplomas por buen desempeño escolar.

La vida escolar de Karen comenzó temprano, por eso estuvo en varios kínderes. Pasó por El Conejito Blanco, El Principito, Paulo Freire e Instituto Americano.

De allí la invitaron para estar en el instituto Eduardo Laredo, donde se dedicó más a tocar clarinete y ser bailarina de ballet.

“Desde chiquita le gustaba ir al colegio. Cargaba su mochila los domingos, venía y me decía: ¡Tienen que llevarme a mi kínder! Yo le decía: Pero es domingo, no hay clases, y ella reclamaba y nos hacía escándalo”, cuenta Roxana.

No fue fácil convertirs­e en medallista. Karen siempre tuvo que responder bien en el colegio si quería seguir

en la natación, tuvo que dejar por unos años la carrera universita­ria a cambio de una beca que la preparó para las Olimpiadas de Río 2016, un tiempo que también ella aprovechó para prepararse como entrenador­a.

Y, finalmente, tuvo que dejar todo su mundo en Cochabamba, para luchar por su sueño: que la bandera boliviana flamee en alguna final de Olimpiada.

“Siempre fue disciplina­da. Yo le decía: Si tú me haces despertar, te llevo. Y ella se levantaba a las 5 de la madrugada y me despertaba para que la lleve”, afirma su padre. Y muchas veces, cuando su madre le decía que no vaya a entrenar porque hacía mucho frío, Karen terminaba indignada.

El resultado del esfuerzo comenzó a dar frutos desde sus 12 años, en un campeonato internacio­nal en Argentina. De allí regresó con cuatro medallas de oro y una de plata. “Ahí entendí de verdad que ella era buena para eso”, reconoce su madre.

Los que la conocen admiran su determinac­ión. Su familia entiende y apoya sus decisiones, como cuando decidió estudiar Fisioterap­ia, cuando hizo sus maletas y se fue por dos años a España, al centro de alto rendimient­o de Barcelona, o cuando optó por cambiar de carrera y de ciudad.

Entre sus medallas hay varias de competicio­nes realizadas en España, donde residió más de dos años por una beca que le otorgaron para que se prepare rumbo a las Olimpiadas de Río 2016. Su preparació­n allá tuvo resultados cuando ella compitió en ese certamen y salió como primera en su serie y las pantallas mostraron por primera vez la bandera boliviana dentro de las competicio­nes.

“Nosotros fuimos a verla y al ingresar nos preguntaro­n si éramos familiares de algún nadador y dijimos que nuestra hija competiría. Nos preguntaro­n dónde nos sentaríamo­s, por si acaso. Pero justo Karen ganó la serie y entonces las cámaras nos enfocaron gritando de alegría por el logro de mi hija”, cuenta Roxana.

Hoy la familia Tórrez Guzmán ve con orgullo que su hija es una mujer responsabl­e. La extrañan, pero mientras ella esté bien y feliz, haciendo lo que tanto ama, están conformes con la decisión de Karen de residir en La Paz.

El sueño de Karen es un día tener su propia piscina, donde pueda entrenar a las nuevas generacion­es y transmitir un poco de lo que la natación le ha dado, que para ella son los momentos más hermosos de su vida.

“Durante muchos años el único apoyo que tuve en mi carrera provino de mis padres. Ya después hubo cierto respaldo del Gobierno y de las gobernacio­nes. Lo bueno es que ahora el sector privado ha comenzado a apoyar a los deportista­s. En mi caso, agradezco a Unilever, a través de su marca Rexona, por el apoyo que me está dando y que llegará hasta mi participac­ión en los Juegos Olímpicos Tokio 2020”, afirma Karen Tórrez.

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JOSÉ ROCHA La nadadora cochabambi­na Karen Tórrez en plena acción.
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FOTOS: CORTESíA KAREN TÓRREZ Tórrez con el nadador estadounid­ense Michel Phelps.
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La nadadora con su primera medalla internacio­nal.
 ?? ?? Los padres de la nadadora cochabambi­na en su casa.
Los padres de la nadadora cochabambi­na en su casa.
 ?? ?? La “Sirenita” (der.), cuando estaba en Kinder.
La “Sirenita” (der.), cuando estaba en Kinder.
 ?? ?? Karen en su época de estudiante.
Karen en su época de estudiante.

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