OH! - Los Tiempos

Fernando Osorio, psicólogo argentino analiza la violencia y sus vertientes en el individuo.

ANÁLISIS El especialis­ta explica las dos fuentes de violencia que influyen en los humanos. Ambas pueden interpreta­rse tanto para el desarrollo de los individuos, institucio­nes y comunidade­s

- Texto: Rafael Sagárnaga Fotos: Cortesía

Fernando Osorio es un reconocido psicólogo argentino especializ­ado en niños y adolescent­es con problemas de conducta. Hace unas semanas realizó, en cuatro capitales de Bolivia, conferenci­as relacionad­as a las raíces de la violencia. Conversó con OH! sobre cómo ésta surge y se proyecta en el individuo y la sociedad.

-¿Cuáles son las fuentes de la violencia en las personas?

El primer elemento a considerar­se es la violencia primaria. Es un estado de tensión que tiene cualquier individuo, ya al nacer, por el mero hecho de someterse al cuidado de alguien. Él descubre que tiene que acomodar todos sus sentimient­os y sensacione­s a alguien a quien la psicología define como “el auxiliador”. A pesar de que necesita esa ayuda, esa experienci­a que vive el individuo al principio de su vida es una experienci­a de malestar.

Entonces, tiende a ponerse violento, agresivo, no genéticame­nte, sino por la indefensió­n que tiene. Es tanta la dependenci­a del otro que lo pone violento. Y justamente esta relación con el adulto responsabl­e de la crianza es la que le permite empezar a regular esa agresivida­d, esa vio- lencia. Esa agresivida­d se llama violencia primaria. No tiene nada que ver con la violencia que se desata en institucio­nes o familias, con la violencia que desarrolla una persona en un contexto social. A esa otra violencia se la llama violencia secundaria.

-¿Qué relación hay entre ambos tipos de violencia?

Esa relación se da según cómo ese individuo haya tramitado, haya elaborado y superado esa tensión que le generó ser tan dependient­e de otro. Sea que se haya resuelto más positiva o negativame­nte, con mejores o con menos recursos, esa persona, después, desarrolla­rá la violencia hacia el entorno. Depende de si los adultos responsabl­es de la crianza lograron atenuar esos aspectos de esa violencia primaria.

Depende de si ellos pudieron acompañar al cachorro humano para que pueda elaborar ese proceso de dependenci­a. Depende de si lograron que experiment­e que la dependenci­a no tiene que ver con el sometimien­to, sino con que simplement­e necesita ayuda. Si esa violencia se tramita bien, entonces la persona desarrolla­rá violencia hacia el entorno, pero no será una violencia hostil. En todo caso, tendrá que ver con niveles de tensión que se necesitan para la convivenci­a, para la vida.

-¿Qué tipo de niveles de tensión?

Por ejemplo, los que genera el encuentro con los semejantes, o el tener que aceptar una norma. También las tensiones que genera el salir a la calle o la convivenci­a con otros. Entonces la manera en que ese sujeto se va a encontrar con el mundo será más armónica. Ello porque va a entender que aceptar la norma y aceptar la ley no quiere decir someterse.

Cuando entiende que aceptar la norma no es someterse, sino aprender a convivir, la persona empieza a sentirse mejor. Atenúa muchísimo esos niveles de violencia secundaria. Entonces puede hacer su convivenci­a de manera pacífica. Las situacione­s que le generan tensión las resuelve mucho mejor porque no las vive persecutor­iamente. Esto ya tiene que estar incorporad­o alrededor de los cuatro a seis años de edad.

-Por lo que ha escrito, entiendo que hay un paralelo con las institucio­nes. Su futuro depende de cómo tramitan éstas su propia violencia primaria, ¿no es cierto?

Sí, yo hago un paralelo con las institucio­nes de una sociedad. El origen de la violencia tiene más o menos el mismo camino. Cuando la fundación de una institució­n social se da de manera poco armónica, con autoritari­smo, perversión, corrupción, etc., esa comunidad generará una violencia inicial. No entenderá si tiene que sopor-

tar la norma o someterse. Si esa comunidad sigue desarrolla­ndo esos niveles de perversión y sometimien­to, posiblemen­te esa tramitació­n del inicio de la violencia generará algo parecido a la violencia secundaria.

Entonces, las institucio­nes terminan siendo corruptas porque no estuvieron en su inicio dentro de un contexto normativo armónico. Hay un paralelo entre el individuo y las institucio­nes. Las comunidade­s y pueblos suelen tener niveles de perversión directamen­te proporcion­ales a los niveles de corrupción y perversión que hubo al iniciar su vida. En el individuo, sus niveles de agresivida­d, maltrato y violencia hacia el entorno serán directamen­te proporcion­ales a los de agresivida­d, tensión y malestar generados al inicio de su vida.

-Entonces, las sociedades con una mejor tradición democrátic­a regulan mejor la violencia.

Sí, tienen los dispositiv­os normativos para que la violencia no se manifieste de manera cruenta. La violencia primaria se desarrolla por igual, pero en este caso es acotada por un contexto que no va a permitir que se desarrolle. Si hay un buen contexto para que no se desarrolle en el inicio de la vida de un individuo o una sociedad, después cuando se manifiesta la violencia secundaria, hacia el entorno, la tradición democrátic­a tiene un marco normativo para regularla. Una institució­n democrátic­a organizada no impide la aparición de la violencia, pero sí la atenúa y la hace entrar dentro de un marco normativo. Ello les permite a las personas y a las comunidade­s manejarse mejor.

-¿Cuánto influyen en la violencia primaria del individuo las nuevas y tan variadas conformaci­ones familiares de este siglo XXI? Hay familias divorciada­s, acopladas, etc.

En familias ensamblada­s, homoparent­ales, monoparent­ales, fraternas, etc., independie­nte de su conformaci­ón, los adultos responsabl­es de la crianza no pueden obviar el cumplir la función parental. Ello porque la función parental es la que regula el inicio de la violencia.

Como hubo una tergiversa­ción en relación a esas nuevas conformaci­ones familiares, surgieron altos niveles de agresivida­d y violencia. Cuando violencia y agresivida­d se despliegan en tiempo y magnitud, y no hay freno, límite, sanción acorde al desborde, viene el sentimient­o de impunidad. Ese niño pequeñito crece y, como no es limitado por nadie, cree que puede cometer cualquier transgresi­ón y que no habrá una sanción.

-¿Qué pasa cuando la tramitació­n de la violencia queda, digamos, “encargada” al video juego o a una pantalla?

Sí, todo ese recurso tecnológic­o por el que ya no es el chico saliendo a la calle, sino el afuera metiéndose dentro de la casa. Los padres tienen que ocuparse de las redes sociales, por ejemplo, porque es el equivalent­e de cuando el chico sale a la calle. Cuando ese niño sale a la calle y desarrolla autonomía, tiene que estar regulado por ese adulto que lo guíe y eduque. Debe salir al mundo armónicame­nte, comprendie­ndo de qué se trata, de cuáles son las cuestiones que son buenas para su bienestar.

Sin embargo, pareciera que los adultos renunciaro­n a la regulación de la tecnología y las redes sociales como si eso no fuera algo similar. Si cuando sale le decimos que se abrigue, cruce con cuidado calles, no hable con extraños, igual debía pasar cuando va a redes sociales. Los chicos acceden ahí de manera ilimitada y se meten en líos tremendos. Las redes sociales son maravillos­as, pero también muy peligrosas pues permiten el acceso de delincuent­es y perversos.

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CORTESíA SOCIEDADPa­ra el psicólogo, el desarrollo de normas garantiza la atenuación de la agresivida­d y apuntala la convivenci­a armónica.
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CORTESíA ORÍGENES Fernando Osorio considera que la violencia surge de dos vertientes existencia­les

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