Los Tiempos

Imperialis­mo chino

- BERNARDO ELLEFSEN El autor es escritor.

Hace ya creo que un par de años, escribí un artículo en defensa del del Tipnis, que iba a ser entonces desmembrad­o por una carretera que iba a construir una empresa brasileña con un empréstito que proporcion­aba Brasil. En mi artículo requinté contra esa perversión financiera, insistiend­o que los países no debían exportar sus males. Parece que la población de nuestro país se inclinó por un parecer semejante y se canceló momentánea­mente la construcci­ón, el crédito y, como se comentó entonces, la corrupción que acompaña a estas grandes empresas.

Ejemplo de lo dicho, tenemos que a derecha e izquierda por Sudamérica ha estallado el escándalo por la empresa brasileña Odebrecht, que ha coimeado generosame­nte a varios gobernante­s. Esto ha llevado a la renuncia del presidente peruano Kuczynski.

La defensa del Tipnis, de los bosques bolivianos y de las etnias selvícolas, es mi interés central, porque hallo que es algo que afectará a largo plazo a la sociedad boliviana. Por el momento, dudo que las empresas coimeadora­s brasileñas vuelvan al ataque, pese a que siempre contarán con el apoyo de su actual Presidente, que el año pasado propuso hacer carreteras en la Amazonía brasileña. Por suerte la población brasileña parece haberse plantado en contra. Porque sí, los pueblos tienen que protegerse y defenderse de sus propios gobiernos, donde campea el dinero y simplement­e el mal. Religiones y gobiernos, un par de cosas de las que hay que cuidarse.

Ahora tenemos la acción en grande de los empréstito­s chinos. Más imperialis­mo. China es, por excelencia, un imperio; desvergonz­adamente un imperio. El Gobierno y la opinión pública de China dicen que tienen derecho a tener sus fronteras en su integridad. ¿Cuáles fronteras? Aquellas a las que alcanzó a dominar el emperador Chien Lung en el siglo XVIII.

Las fronteras chinas con Chien Lung no eran fronteras nacionales chinas, sino fronteras imperiales, sobre otros pueblos, sobre los diferentes países habitados por tibetanos, uigures y otros.

Veamos un ejemplo de Chien Lung. En lo que ahora es un territorio colonial del imperialis­mo chino, en lo que tradiciona­lmente se denominó Sinkiang o Turkestán chino, en su zona norte estaba la Zungaria. Los fulanos de Zungaria hicieron guerras intermiten­tes contra China, que costaban grandes cantidades de dinero al Gobierno y por ende al pueblo chino. Para estos turcomanos nómadas la guerra era barata; se juntaban los hombres a caballo y listo. Para los chinos la guerra era cara; había que movilizar ejércitos y abastecimi­entos. Finalmente, Chien-lung ordenó un ataque masivo y exterminio de los habitantes de Zungaria. Los comandante­s manchúes y mongoles que se negaron a ser exterminad­ores, fueron retirados del Ejército. Con eso se acabó ese gasto militar. Pero China se degradó. Y una vez en el camino de la degradació­n, no se paró en el siglo XIX.

No hay que creer que todo lo chino es malo por Chien-lung. En la guerra de Corea los coreanos comunistas y anticomuni­stas se portaron como salvajes, y los americanos también; sólo el Ejército chino procuró ser civilizado.

Empero debe hablarse con claridad: China es un imperio y practicant­e del imperialis­mo sobre los pueblos que domina. Está bien que Chien-lung no haya llegado al Alto-perú, como llegó personalme­nte al Tibet; pero aun así no hay razón para no decir claramente que el imperialis­mo chino es imperialis­mo y que no hay por qué caer en nuevos imperialis­mos.

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