La estética de las calles en los municipios
Aunque “s obre gustos y colores no han escrito los autores”, la estética arquitectónica y vial de las ciudades es fundamental para generar una relación de pertenencia entre los pobladores, su entorno y la calidad de vida. Pero, además es esencial para crear atractivos visuales capaces de convertirse en potenciales sitios turísticos. Sucedía hasta hace poco en el Valle Alto. El atractivo singular de los tejados de cerámica colonial, los portones de madera con arcos de fierro forja- do y los balcones característicos de Punata, Tarata, Aiquile, Mizque y otros, conquistaron a los visitantes y a grandes artistas. Y se plasmaron en obras inspiradas en sus paisajes, en la creación de circuitos de paseo, y, por ende, en ingresos económicos para los habitantes. Salvo la Chiquitanía cruceña o Totora en Cochabamba, que han sabido preservar su estilo como si se tratara de una reliquia, incluso Potosí y Sucre pierden paulatinamente su estética original, que se ve invadida por nuevas construcciones y publicidad abusiva, manifiesta en la profusión de letreros. El estilo de cada población no debiera regirse por tendencias de moda ni intereses comerciales, sino por una adecuada planificación, marcada por la identidad local y una visión a futuro, acorde a la armonía del paisaje urbano. Lamentablemente, los municipios no toman en serio estos criterios y se constata, por ejemplo, cómo la Participación Popular desconcentra los recursos y permite construir, en puntos emblemáticos de los pueblos, tremendas edificaciones o instalar carteles que nada tienen que ver con el entorno, personalidad ni materiales típicos de cada región.