Embarazos de adolescentes
Un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), recientemente publicado, ha vuelto a recordar que uno de los problemas sociales más candentes que sufre Latinoamérica es el relativo a la enorme cantidad de embarazos no deseados entre adolescentes.
Según el estudio, América Latina y el Caribe es la segunda región del mundo con la tasa más alta de adolescentes y con no poca frecuencia niñas cuyo ingreso a la pubertad no ha concluido, que resultan embarazadas contra sus deseos y su voluntad.
En ese contexto, el caso de Bolivia es uno de los peores, pues comparte con Venezuela la cabeza de la lista en Sudamérica.
Las cifras que dan cuenta de la gravedad del problema son de lo más elocuentes aunque quienes más de cerca lo han abordado consideran que los datos oficiales poco ayudan para dar una cabal idea de la verdadera dimensión del problema, pues están incompletos.
A pesar de ello, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), a través de numerosos estudios, ha calculado que la tasa de embarazos en la adolescencia en Bolivia llega al 21 por ciento, muy superior al promedio latinoamericano que estaría en 18 por ciento. A esa conclusión se llega, ya que los embarazos registrados en todo el país anualmente están entre 250 mil y 300 mil, y de ellos 60.000 corresponden a adolescentes cuyas edades están comprendidas entre 11 y 18 años.
En Cochabamba el panorama no es mejor. Así, por ejemplo, los reportes de un solo hospital de Cochabamba, el Germán Urquidi, indican que anualmente llega a casi 2.000 la cantidad de adolescentes entre 11 y 18 años que dan a luz por lo general en circunstancias de lo más adversas tanto para la precoz madre como para la criatura concebida.
Como es fácil suponer, a la dimensión cuantitativa del problema se debe agregar la cualitativa, pues en casi la totalidad de los casos se trata de embarazos no deseados, fruto de violaciones, de abusos facilitados por los efectos del alcohol o, simplemente, por ignorancia de la relación natural entre sexo y embarazo.
Ante tal situación, y siguiendo las recomendaciones de organismos internacionales, en Bolivia se intenta abordar el problema mediante campañas de información y educación pero, como los datos lo confirman, esos esfuerzos no son suficientes. Por eso, sólo cabe insistir en la necesidad de redoblar esfuerzos para mejorar la cantidad y calidad de la información y educación que sobre este tema se brinda a la juventud.