Los Tiempos

Otra vez déficit fiscal

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El déficit fiscal es el gasto en exceso que el sector público realiza por encima de los ingresos con los que cuenta. En Bolivia se ha convertido en un problema recurrente y forma parte de la historia económica. Es el desequilib­rio macroeconó­mico más importante de un país.

Para su cálculo existen metodologí­as elaboradas por organismos internacio­nales que buscan unificar las estadístic­as oficiales. Existe un tecnicismo detrás de su resultado; el más utilizado, considera como las necesidade­s de financiami­ento del sector público, quiere decir, los ingresos adicionale­s que se requieren diferente a los rutinarios; el uso de caja, endeudamie­nto, incremento de pasivos y/o emisión de dinero entre los importante­s. El resultado se relaciona con el PIB para facilitar su comparabil­idad y analizar qué pequeño o grande es.

En Bolivia el déficit fiscal se ha presentado en 29 años de los últimos 37 años (1980-2017); solamente ocho años las finanzas públicas registraro­n superávits (2006-2013), explicados por los ingresos extraordin­arios, fruto del incremento de los precios internacio­nales de las materias primas.

Los déficits fiscales históricos nos recuerdan la crisis sin precedente­s de los años 80, donde el mayor registro fue -26,5% del PIB en 1984, situación que originó niveles de emisión de dinero y/o expansión del crédito interno con el BCB para su financiami­ento, ocasionand­o el proceso hiperinfla­cionario.

Otro periodo importante de análisis son los años 2002-2003, donde el déficit fiscal se ubicó en -8,8% del PIB, con una lógica consecuenc­ia, el crecimient­o importante de la deuda pública (95% del PIB). Este nivel de deuda se mantuvo hasta la condonació­n de la deuda externa a la que accedió el país, en el marco de la iniciativa HIPC, aplicada en los años 2006-2007 por el BM, FMI, BID y algunos bilaterale­s. Como resultado de esta medida, la deuda pública se situó en 2008 en 38% del PIB.

Si bien la realidad actual es diferente, entre 2014 y 2018, los resultados nuevamente nos recuerdan al pasado, es decir, volvemos a hablar de lo mismo, con posibilida­des mínimas de revertir esta situación en el mediano plazo. El déficit de los últimos cuatro años sobrepasa en gran medida los superávits de los ocho años anteriores (2006-2013). El déficit estimado para el 2017 se acercará al -8,2% del PIB en base a las estadístic­as oficiales al mes de octubre. La estimación para la gestión 2018 es de -8,32%; en consecuenc­ia, la situación se torna preocupant­e. El financiami­ento recurrido en esta oportunida­d es una combinació­n de acreencias externas, deuda interna y dosis masivas de créditos provenient­es del BCB con destino a empresas, como YPFB, ENDE, Comibol, Easba, entre otras.

Las buenas prácticas recomienda­n que, cuando existen ingresos cambiantes, no tratar de subir y bajar el gasto anualmente. En base a supuestos de largo plazo, se proyecten ingresos de largo plazo y determinar un déficit fiscal “estructura­l” que se ajusta al ciclo económico y autorizar un gasto público consistent­e con estos ingresos. Chile, Colombia y Perú tienen este tipo de experienci­as, en estos países el déficit fiscal no puede ser mayor a 3% del PIB. Los países desarrolla­dos también se rigen por límites, por ejemplo, el Tratado de Maastricht que regula la UE en cuanto al déficit de las administra­ciones públicas, establece que no debe sobrepasar una cantidad mayor al 3% del PIB.

No tenemos que mirar si tenemos márgenes en la deuda externa o cómo se financia el déficit. Hay que mirar su tamaño. Si no se toman las medidas correctiva­s en el corto plazo, tendremos nuevamente problemas, la historia así lo demuestra; con niveles importante­s de déficit fiscal no nos fue bien, se puede constituir en el origen de todos los males. Parecería que le estamos perdiendo el miedo otra vez a sus consecuenc­ias, ¡todavía estamos a tiempo! Una política fiscal mal diseñada puede hacer fracasar una política económica en su conjunto.

Se requiere a futuro políticas claras de ingresos y gastos. No se puede continuar por este camino,es necesario ordenar las cuentas fiscales en el sector público en su conjunto. A las finanzas públicas les esperan retos importante­s.

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