Cosas del fútbol
Apropósito de los partidos amistosos de las fechas FIFA entre distintas selecciones de fútbol rumbo a las eliminatorias del Mundial Qatar 2022, ya se escucha después del encuentro Bolivia-curacao, la voz crítica y criticona del hincha, con burlas e insultos en contra de los deportistas que visten la verde.
Es fácil juzgar si se ignora las limitadas condiciones y carencias económicas en las que la mayoría de nuestros futbolistas desarrollan sus habilidades y destrezas, a veces por cuenta propia. Quienes critican, no han visto vomitar a un adolescente en su prueba de resistencia, por su extremo esfuerzo en el intento por ser admitido en un club deportivo con la ilusión de formarse como futbolista profesional. Ese vómito producto de su debilidad física le descarta y su frustración es inminente; no pudo demostrar ni un gesto técnico y menos su potencial deportivo. Yo lo vi, durante mi gestión en la dirigencia del club de mis amores, al que elegí en mi niñez y es parte de mi vida contra todo prejuicio sobre la incompatibilidad entre mujer y fútbol.
Ante esa realidad y en ausencia de políticas de Estado que el Gobierno nacional cree suplir con majestuosas canchas construidas en medio de la nada, el visionario Presidente de mi amado club propuso un proyecto de desarrollo deportivo integral que se inició con la adecuación de las canchas del complejo a los estándares FIFA, el equipamiento del gimnasio y de una infraestructura habitacional para 12 deportistas. En lo nutricional, se gestionó financiamiento para tener alimentación supervisada por nutriólogos. Lo técnico, contemplaba procesos formativos sostenidos y evolutivos de entrenamiento desde las categorías infantiles, y reclutamiento de talentos de áreas suburbanas y rurales. Los más talentosos tendrían hospedaje, alimentación, entrenamiento, atención médica y continuidad en sus estudios.
Se quería construir una institución autosustentable a través de la promoción de deportistas de élite, denominados “de exportación” por la industria del fútbol, que además de generar óptimos resultados deportivos, generarían para el club recursos económicos cuya reinversión produciría un círculo virtuoso que, emulado por otros clubes, iba a acortar en una década, la brecha entre nues- tro nivel futbolístico y el de otros del continente con los cuales estamos hoy en franca desventaja.
Pero había que priorizar: hacer institución o potenciar al equipo. La apuesta por la institución podía pasar factura al primer plantel y, no hacerlo, significaba continuar reanimando a un club deficitario, uno de tantos.
Se arriesgó y llegó el limbo del descenso; dolió en extremo, laceró el alma. El hincha no comprendió que ese era el precio para construir futuro y descalificó a la dirigencia. Se truncó el proyecto. Dos años después, el nuevo directorio dio la alegría del ascenso pese a los signos de insostenibilidad. Hoy vuelve a asediar el limbo y esta vez sin futuro.
Y el mismo hincha que hoy insulta a la selección boliviana, es quien no permite planificar, ni lograr. Es impaciente, exige goles, puntos y copas. Pide costosos “refuerzos”, aburguesa el fútbol. Propicia que la oportunidad negada a nuestros talentos sea otorgada a futbolistas extranjeros. Prefiere suplicar mecenazgos en vez de coadyuvar en la construcción de instituciones deportivas formadoras de profesionales del fútbol competentes y competitivos que den a nuestros clubes y a nuestra selección, los resultados que ese mismo hincha reclama.