Sin levantar el dedo acusador

Se supone que debes medir los pros y contras antes de ejecutar un proyecto, un reglamento o una obra urbana. El deseo de progresar no sólo es cuestión de meterle nomás; ya van muchos accidentes donde estamos involucrados los que somos ciclistas y no hemos visto ni una señal de que nos presten la debida atención. Aún estamos a tiempo de buscar un equilibrio en esta ciudad de los Rápidos y furiosos. Se olvidaron que los promotores de esta ley fuimos los ciclistas, en la que priorizábamos el uso de un me- dio de transporte económico, no contaminante y de alta seguridad.

Lo importante está en que seguimos en medio de la tormenta, entre la educación vial de nuestros queridos choferes del transporte público, los Fitipaldi con el carro de papá, las Kawasaki con entrega inmediata y las latas de sardinas importadas; no tenemos clara cuál es la forma más adecuada de convivir en la ciudad de la furia.

La unión hace la fuerza, queremos decirles que somos muchos y, a quienes nos ven como bichos raros, les decimos que buscamos la seguridad en las calles, nuevas rutas para circular sin necesariamente usar las calles donde necesitamos el 1,5 metros de respeto, que el multar por multar no nos disminuirá, porque las calles son de todos y nosotros también somos tráfico. ¿Cuándo vieron a un ciclista triste? Imagínense la ciudad jardín de la sonrisa; hagamos el mea culpa necesario, rompamos el estereotipo del típico k’ochala (no hace ni deja hacer) y, en lugar de construir muros, construyamos verdaderas vías de desarrollo por el bien de todos.