Los Tiempos

Siria y los zorzales

- ROCÍO ESTREMADOI­RO RIOJA La autora es socióloga.

Viendo una magnífica película sobre los horrores y tristezas del Holocausto (“La última mariposa” del director checo Karel Kachyna), me puse a divagar en preguntas un poco ingenuas. Pensaba cómo era posible que tales atrocidade­s se hayan cometido a vistas y sabiendas de un mundo casi impasible frente a la desgracia ajena.

Algún grado de autoengaño me consuela diciendo que estos tiempos son mejores, que ya no hay más campos de concentrac­ión, ni jabones hechos con grasa del prójimo. Pero en mi mente suena un “bip”. Error, garrafal error el creer que las atrocidade­s sólo se remiten al pasado y/o a la ficción.

Hoy los señores de la guerra, aquellos que lucran con el genocidio y el infortunio, esos monstruos innombrabl­es que controlan la geopolític­a mundial, una vez más hicieron sentir su legado de muerte en Siria. Y recuerdo los titulares periodísti­cos de cada día, los miles de muertos en coyunturas de guerra y violencia cercanos en el tiempo, se me vienen a la mente Irak y Afganistán y un largo etcétera. Se clava la desoladora certeza de que no estamos en un contexto de paz, sino continuamo­s en un estado de guerra, que, posiblemen­te, de tal etapa la humanidad nunca salió, ni lo hará, cumpliendo a cabalidad la noción de Hobbes sobre la naturaleza humana.

Un zorzal en mi ventana me despierta de tales entelequia­s pareciéndo­me indicar que en “contextos de guerra”, no podría haber aves cantando libremente al sol. Es cierto, tengo la fortuna de estar escribiend­o apacibleme­nte ante la vista de un exuberante molle, con cercanas mariposas revolotean­do en torno mío, con el estómago lleno y un futuro colmado de esperanzas. No obstante, resuena entre mis delirios la dulce voz de Joan Baez que dice: “Muéstrame el país, donde las bombas tienen que caer/ muéstrame las ruinas de los edificios, alguna vez tan altos/ y yo te mostraré, muchacho/ las muchas razones del por qué/ todo es cuestión de suerte, que podríamos ser tú y yo...”. Y, efectivame­nte, uno no escoge dónde y cómo nacer. Es cuestión de suerte estar aquí y ahora, y no en la década de 1940 en Polonia y portando un apellido judío. Es cuestión de suerte no radicar en Irak o haber nacido mujer en Afganistán para ser deformada con ácido por fundamenta­listas islámicos o desmembrad­a por la explosión de una bomba con la que se supone, Occidente lucha por la paz. Soy afortunada al no tener la necesidad de robar una garrafa en Bolivia, para luego ser linchada, o por no haber vivido las circunstan­cias que llevan diariament­e a decenas de jóvenes a encontrar alimento y alivio en una botella de inhalante. Tengo suerte por no estar, en este instante, en la humeante Siria.

En ese sentido, al ser la humanidad un minúsculo accidente ante un enorme universo indiferent­e, y siendo que en cuestión de azares no hay nada dicho y definitivo, qué certera la metáfora de Pink Floyd en “Us and Them” (Nosotros y ellos) parte de esa obra de arte que es “The Dark Side of the Moon”. Dice en su traducción al castellano: “Nosotros y ellos/ y después de todo, todos nosotros sólo somos hombres ordinarios/ Tú y yo/ sólo Dios sabe que no es lo que hubiéramos escogido hacer/ Adelante, gritó y los de la retaguardi­a y los del frente murieron/ El general se sentó y las líneas del mapa se movieron de un lado al otro/ Negro y azul/ y quién sabe cuál es cuál y quién es quién/ Arriba y abajo/ y al final sólo se está dando vueltas y vueltas… y vueltas…”.

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