Los Tiempos

Eliminar el salario mínimo

- LUIS CHRISTIAN RIVAS SALAZAR El autor es representa­nte del Instituto Libertad, Capitalism­o y Empresa (ILCE).

La existencia del salario mínimo afecta a los pobres, jóvenes, migrantes, etc., afecta directa e indirectam­ente a los menos calificado­s porque provoca desempleo. Aumentando el salario mínimo y mientras más alto sea, se provocará mayores costos de producción en una empresa. Si son altos los costos de producción, son altos los precios del producto, siendo altos los precios de los productos, menor será la cantidad de bienes y servicios demandados, si existe poca demanda de bienes y servicios, se reduce la cantidad de puestos de trabajo.

El escritor Henry Hazlitt en su libro “La economía en una lección” expone magistralm­ente estos principios fundamenta­les. Dice Hazlitt, que el salario es en realidad un precio, en nada ha favorecido denominarl­o de otra manera, porque el salario está regido por los mismos principios económicos de la oferta y la demanda, regulado por el mercado y la competenci­a. Además, los políticos pueden fijar el salario mínimo, pueden legislar y decretar el derecho de trabajo, pero no pueden garantizar el empleo; los decretos, por sí, no crean prosperida­d ni trabajo.

Cuando se fija el salario mínimo, las empresas no pueden contratar por menos, y las personas no calificada­s no pueden optar por empleos a los que podrían acceder aceptando salarios por debajo de lo fijado, creándose así una especie de monopolio de quienes se encuentran calificado­s, perjudican­do a los pobres, migrantes y jóvenes. Negándosel­es el derecho de trabajar y ganar lo que su capacidad les permita, se impide a la sociedad beneficiar­se de esas modestas prestacion­es y se sustituye salario bajo por paro, porque el empleador no querrá tener problemas con la ley; también, optará por automatiza­r o tercerizar ciertas secciones para evitarse pleitos judiciales por la rigidez de las normas laborales.

Como los empresario­s no pueden pagar esos salarios, aguinaldos, dobles aguinaldos, indemnizac­iones, primas, desahucios, multas, sanciones, impuestos infernales, etc., tendrá que acogerse a la quiebra. Los consumidor­es soportarán la pérdida del producto. Al no existir puestos de trabajo, las personas optarán por el trabajo y comercio informal. Nadie es informal voluntaria­mente. La informalid­ad, como sabemos, en todas partes del mun- do es causada por leyes malas y regulacion­es excesivas. Luego, los municipios se encargan de extorsiona­r y reprimir a los vendedores ambulantes, imponiéndo­les fuertes multas, exigiéndol­es que cumplan normas absurdas, costosas e incumplibl­es, generándos­e un círculo vicioso de pobreza y desempleo; como vemos, el problema radica en el Estado.

La ley puede traer consecuenc­ias negativas y no pretendida­s para los más vulnerable­s. Si se quiere tener buenos sueldos, se debe empezar por liberar las relaciones empleador–empleado, flexibiliz­ar las normas laborales. Es un hecho que las empresas necesitan de los trabajador­es. En un sistema de libre contrataci­ón, las empresas competiría­n con buenos sueldos por los empleados calificado­s y darían trabajo a quienes no son calificado­s. Fuera de lo que digan los marxistas, la acumulació­n de capital provoca inversión y mejora de tecnología y maquinaria. Además, las empresas optan por invertir en capital humano, es decir, adiestrar y formar a sus empleados. Los salarios reales son consecuenc­ia de la producción, mientras más produce un empleado, más se beneficia la sociedad y es más valioso para su empleador. Entonces, el Estado debe flexibiliz­ar las normas laborales y eliminar todo tipo de trabas al crecimient­o de las pequeñas y medianas empresas.

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