Los Tiempos

Los conflictos y la estrategia de la confusión

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La noche del viernes 13 de abril, Siria sufrió un ataque trinaciona­l —de EEUU, Francia y Gran Bretaña— en represalia por otro, perpetrado seis días antes, supuestame­nte con armas químicas, por el Gobierno sirio —cuyo aliado es Rusia— en Guta Oriental, una población de su territorio controlada por rebeldes.

Inmediatam­ente, las cadenas televisiva­s internacio­nales de noticias —y los medios audiovisua­les de Internet— dedicaron su programaci­ón a la acción militar contra Siria, sus repercusio­nes y, claro, las razones que lo motivaron, es decir el supuesto ataque con armas químicas de una semana antes. Y lo hicieron con la misma generosida­d en imágenes dramáticas que tuvieron, durante los siete días anteriores para difundir el desastre y sufrimient­o provocados por el ataque del Gobierno sirio a Guta.

La madrugada del sábado, los medios internacio­nales — televisivo­s y de Internet— lanzaron otra ola de informacio­nes. Los rusos y sus aliados difundiero­n la furia de su Gobierno, traducido en amenazas y acusacione­s contra los británicos, en sentido de que el ataque supuestame­nte químico del 7 de abril fue “orquestado” por ellos y una ONG denominada Cascos blancos, presente en los escenarios de la guerra en Siria y abiertamen­te antigubern­amental.

Los rusos y el Gobierno sirio acusan a los Cascos blancos de manipular la informació­n de fabricar imágenes dramáticas, de escenifica­rlas con niños maquillado­s que aparecen en varios videos. Todo ello, dicen, con el fin de justificar “la agresión tripartita con cohetes”.

Del otro lado, Estados Unidos se felicita del éxito de su ataque, los franceses lo justifican y los británicos y demás europeos hacen otro tanto. Todo eso, difundido por los medios. Mientras, un intercambi­o similar de acusacione­s y justificac­iones se reproduce en el Consejo de Seguridad de la ONU, en Nueva York.

Así ordenada, con cierta distancia temporal, la ola de informació­n nos parece más o menos clara y entendible. Pero mientras el flujo se cierne sobre nosotros, en tiempo real, genera confusión y la confusión termina por provocar desinterés.

Interesant­e dinámica que no puede ser producto del simple azar ni ajena a una estrategia donde la confusión inicial de la opinión colectiva y su desinterés posterior en el tema son precisamen­te los objetivos deseados.

Todo ello a escala mundial. ¿Solamente? Parece que no, pensemos solamente en la serie de declaracio­nes y contradecl­araciones —cinco en pocas horas— que se sucedieron el lunes acerca del “complot contra el alcalde Leyes”, ligado directamen­te al caso de las mochillas chinas. Felizmente, los actores del lío local son menos hábiles y su proximidad mucho mayor para que la confusión prevalezca y genere luego desinterés.

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