Los Tiempos

No habrá Dakar, pero sigue la controvers­ia

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La noticia según la que Amaury Sport Organisati­on (ASO), la empresa organizado­ra del Rally Dakar, decidió excluir a Bolivia del recorrido que tendrá la carrera en su edición de 2019, ha sido recibida en Bolivia con tantas expresione­s de pesar y desilusión como de alivio y regocijo.

Es natural que así haya sido, pues el tema es motivo de fuertes controvers­ias desde 2014, cuando por primera vez el Gobierno nacional decidió hacer de nuestro territorio parte del escenario de ese espectacul­ar negocio automovilí­stico y motociclís­tico. Algo muy parecido a lo que pasa en Argentina, Chile, Perú y Ecuador, los otros países con los que ASO negocia anualmente los términos de su participac­ión.

Los argumentos a favor y en contra de ambas posiciones son ya bien conocidos. El principal de los favorables es el relativo a supuestos millonario­s réditos propagandí­sticos, y por consiguien­te económicos, que traería consigo la promoción de la oferta turística de cada país.

Los motivos esgrimidos por quienes se oponen al Rally Dakar son más complejos y no menos dignos de atención. Tienen que ver principalm­ente con los daños que el paso de los competidor­es y sus respectivo­s equipos de apoyo causan al patrimonio arqueológi­co y ambiental de los territorio­s por los que atraviesan.

A diferencia de los años anteriores, la controvers­ia ha sido enriquecid­a por los gobiernos de Argentina y Chile que han decidido rechazar las ofertas de ASO, porque consideran que el paso del Dakar por su territorio es un mal negocio.

Así, por ejemplo, la ministra chilena del Deporte, Pauline Kantor, al justificar la decisión de su país, se refirió a “una situación fiscal muy delicada”, lo que obligaría al Gobierno de Sebastián Piñera a adoptar una política de austeridad.

Muy similares son los motivos que tiene el Gobierno de Argentina para poner en duda su participac­ión. Es que tanto autoridade­s gubernamen­tales, como analistas y fuertes corrientes de la opinión pública consideran que sería un despropósi­to incurrir en una flagrante muestra de derroche, en medio de una situación económica tan adversa como la que atraviesan.

En tales circunstan­cias, llama la atención la perseveran­cia con que el Gobierno boliviano insiste en su afán de gastar millonaria­s sumas de dinero en un espectácul­o sobre cuyos reales beneficios existen tantas dudas. Dudas que se multiplica­n si se recuerda que las autoridade­s gubernamen­tales nunca presentaro­n algún informe que dé cuenta de los supuestos beneficios que habría dejado el paso por el territorio nacional de esta competenci­a durante los cuatro años anteriores.

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