Los Tiempos

Incahuasi y la ilusión rentista

- ROBERTO LASERNA El autor es economista, investigad­or del Ceres.

El país sigue con nerviosism­o l a pugna por l a ubicación del campo de Incahuasi. La población de Chuquisaca en paro movilizado y la de Santa Cruz expectante y dispuesta a defender lo que considera suyo. La idea es que la ubicación de los pozos no determina la ubicación de los yacimiento­s y que es ésta la que importa para la distribuci­ón de regalías. De eso se trata, de regalías. Es decir, de las rentas que provienen de la explotació­n de las riquezas del subsuelo.

En nuestra tradición constituci­onal se definen las riquezas naturales como pertenecie­ntes al conjunto de los bolivianos. Quien sea que tenga la propiedad de la tierra, no tiene la propiedad de lo que se encuentra debajo de ella y tampoco de lo que está por encima. Eso nos pertenece a todos. En esa tradición se supone también, aunque nunca lo hemos podido comprobar, que el Estado representa al conjunto de los bolivianos y por eso, en su nombre, ejerce esa propiedad: otorga y quita concesione­s, y cobra las rentas cuyo destino debería ser, aunque tampoco lo ha demostrado ningún régimen, de utilidad y bien común.

De hecho, la duda sobre la representa­tividad del Estado surgió tan pronto como definimos que las riquezas del subsuelo pertenecen a todos, planteándo­se la sencilla idea de que la parte que correspond­e a la región donde se encuentren esos recursos no sea centraliza­da sino que quede directamen­te en el lugar. ¿Cuál era esa parte? Siendo nueve departamen­tos, sería la novena parte, el 11% para redondear. Así nació el concepto de la regalía departamen­tal.

La desconfian­za hacia el aparato estatal se reduce cuando se l o tiene más cerca: sus obras y acciones son verificabl­es con más facilidad y, teórica- mente, las demandas de la gente le pueden llegar de manera más rápida y directa. Pero nada garantiza que sea más eficiente y equitativo, como lo han comprobado en todas las regiones, aunque en unas más que en otras. Puentes mal construido­s, carreteras mal planificad­as, industrias que no funcionan, programas de promoción agrícola que fracasan. La lista es larga. Pero la gente sigue mostrando preferenci­a por su Estado local: por lo menos algo del dinero queda cerca.

Esto explica la enorme fuerza que tiene en el país la demanda de regalías y la persistenc­ia con que vuelve a ser prioridad. La ilusión del desarrollo late en las regalías.

Desde el punto de vista del conjunto, sin embargo, el sistema tiene mucho de injusto. Es imposible darle el 11% a cada región, porque del remanente tienen que cubrirse los costos de inversión, explotació­n y transporte, que en

algunos casos pue- den ser muy elevados, sobre todo si los precios de venta no son tan buenos como en los últimos años. Además, los nueve Departamen­tos son muy desiguales en territorio y población, por lo que el principio de equidad que alentó la creación del sistema de regalías está muy lejos de cumplirse.

¿ Cómo resolver el problema y evitar que surjan conflictos como el de Incahuasi?

No es difícil y por cierto no dependería ni de un viceminist­ro, ni de un juez y menos de un estudio técnico caro y difícil. Bastaría con volver al principio constituci­onal y aplicarlo sin mediacione­s.

Si las riquezas naturales son del conjunto de los bolivianos, ¿ por qué las rentas que se obtienen por su explotació­n no van directamen­te a la gente?

Si así fuera, a nadie le importaría si el campo de Incahuasi está en Santa Cruz o Chuquisaca, o si una parte del yacimiento subterráne­o pasa por debajo de una frontera. Las rentas de ese campo se sumarían a las de otros campos para dar a cada chuquisaqu­eño y a cada cruceño la parte que le toque. Y, por supuesto, también a cada potosino y a cada pandino. Todos los bolivianos recibirían por igual puesto que todos son igualmente propietari­os de esas riquezas.

Este modelo no solamente evitaría conflictos como el que estamos viviendo sino que también nos compromete­ría a todos con una política de explotació­n de las riquezas que sea razonable y eficaz. Nos preocuparí­a a todos el agotamient­o de los pozos y la falta de inversione­s de exploració­n, así como las relaciones del país con sus mercados actuales y posibles.

Por último, si a la gente de una región en particular le preocupa la falta de recursos de su gobernació­n o municipio que resultaría de este modelo, pues le queda siempre el sencillo recurso de establecer un acuerdo y entregar sus rentas para que se las administre el gobernador o el alcalde. Si no lo hacen, sabrán por qué.

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