Los Tiempos

El ojo tuerto de la educación boliviana

- MELITA DEL CARPIO La autora es docente y escritora.

El anterior fin de semana se realizó en La Paz el Primer Encuentro Internacio­nal de Maestros de Latinoamér­ica. Pudimos seguir por internet las conferenci­as centrales de los representa­ntes de varios países latinoamer­icanos.

Como no podía ser de otra manera, los delegados latinoamer­icanos fueron maestros dirigentes sindicales que compartier­on su visión, más política y sindical que educativa, de las diferentes realidades de sus contextos, en los que, según ellos, si algo está mal, es a consecuenc­ia de las políticas neoliberal­es “sanguinari­as y criminales”, la oligarquía inescrupul­osa y los organismos, como el FMI, que digitan la educación. Por contraste, lógicament­e, Bolivia es la panacea gracias a su maravillos­o modelo socio-comunitari­o productivo y es “el faro, junto a Venezuela y Cuba” de la educación latinoamer­icana. El maestro sigue siendo una víctima de los sistemas que le imponen evaluacion­es estandariz­adas, no consideran su realidad socioeconó­mica y encima lo culpabiliz­an de los resultados de la educación.

“La calidad de nuestra educación está muy mal porque tiene el ojo tuerto: no vemos bien lo que pasa o no queremos ver”

Desde luego, el encuentro no fue para debatir el problema de la calidad educativa. Un encuentro de masas para que nuestro feliz Ministro que no sufre cuestionam­ientos, salvo de algún solitario analista, se bañe en agua de rosas. Nada que pueda aportarnos un ápice de autocrític­a. Con esos discursos entendemos porqué Bolivia no se somete a ninguna evaluación internacio­nal como la prueba Pisa. Lo paradójico es que, muchas de las falencias que denunciaro­n los ponentes son las mismas que tenemos en Bolivia, sólo que ahora ya no se las ve porque están bajo la cobertura espectacul­ar de la “Revolución educativa que avanza”.

Mientras tanto, fuera de las infraestru­cturas, los bonos y las computador­as, la educación misma no muestra cambios sustancial­es. No existe una informació­n confiable de los resultados, pero se siente la deficiente preparació­n de los estudiante­s; maestros y directores están sumidos en un activismo burocrátic­o bajo medidas erráticas, con frecuencia incoherent­es que hablan de una tremenda debilidad técnico pedagógica. Lo ideológico ha enterrado lo pedagógico y las pocas estrategia­s didácticas que parecen ser las grandes innovacion­es: proyecto socio-productivo, lectura silenciosa, producción de textos y alguna otra, no pasan de ser las mismas propuestas de la satanizada ley 1565, mal recicladas, porque sus fundamento­s más profundos han sido olvidados.

Me hubiera gustado que los ponentes de ese encuentro hubiesen sido los maestros rurales y de provincia con los que trabajé ese mismo fin de semana. Ellos diagnostic­aron: “La calidad de nuestra educación está muy mal porque tiene el ojo tuerto: no vemos bien lo que pasa o no queremos ver”.

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