Los Tiempos

Zapateros

- JUAN JOSÉ TORO MONTOYA El autor es periodista, premio nacional en historia del periodismo

Omar Velasco, un periodista potosino recienteme­nte fallecido, solía contar aquella anécdota según la que, tras el triunfo de la Revolución Nacional, la cúpula del MNR se reunió en la prefectura de Potosí para repartirse los cargos públicos. Un zapatero de participac­ión destacada en las milicias llegó tarde a la reunión, cuando todos los cargos técnicos y de oficios ya habían sido distribuid­os y, al ver que se quedaba sin uno, pidió la planilla de los otros, los calificado­s. Sin fijarse en el nombre del cargo, vio uno que tenía un sueldo alto y dijo “este… quiero este”. Los jefes milicianos miraron la planilla y le dijeron “no se va a poder”. “¿Por qué?”, preguntó y, acto seguido, recitó sus méritos revolucion­arios y su destacada participac­ión en la lucha armada contra la rosca. Cuando terminó, los jefes le dijeron “no se va a poder porque ese es el cargo del obispo”.

Desde luego que este no es el origen del refrán “zapatero a tus zapatos”, que se remonta a la Grecia del siglo IV a. de C., pero, haya sido real o no, era utilizado por los políticos para frenar las aspiracion­es de los aspirantes a cargos públicos para los cuales eran necesarias ciertas condicione­s personales.

Hoy los zapateros pueden desempeñar cualquier cargo público, aún sin preparació­n, y eso también explica que un minero sea el presidente del directorio de la Caja Nacional de Salud

Además de los cargos religiosos, destinados —obviamente—, a los sacerdotes, estaban también aquellos para los que se requería mucha cultura. Entre estos se contaba a los periodista­s y maestros, aquellos a los que, hasta hace poco, todavía se conocía como “interinos”.

Cuando se revisa la biografía de escritores o historiado­res, se ve que muchos desempeñar­on, en algún momento de sus vidas, cargos públicos vinculados con la cultura. Gustavo Adolfo Otero, por ejemplo, dirigió la Biblioteca Boliviana, de feliz recuerdo para las letras nacionales, mientras que en la Villa Imperial existió un Armando Alba que estuvo a cargo de la Editorial Potosí que grabó todo lo rescatable de la literatura de esta región. Entre los últimos ejemplos se puede mencionar a Mariano Baptista Gumucio que se desempeñó como ministro de Educación y Cultura.

No obstante, la sana costumbre de dotar esos cargos con hombres instruidos ha desapareci­do y, hoy en día, cualquiera puede ser nombrado en ellos.

Lo hizo notar el actor David Santalla, quien protagoniz­ó una polémica sobre el teatro IV Centenario que no es administra­do por conocedore­s de las artes escénicas.

Hoy los zapateros pueden desempeñar cualquier cargo público, aún sin preparació­n, y eso también explica que un minero sea el presidente del directorio de la Caja Nacional de Salud.

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