Los Tiempos

La Alcaldía secuestrad­a

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La Alcaldía de Cochabamba está secuestrad­a por la bancada, mayoritari­a, de los concejales del Movimiento Demócrata Social, los Demócratas como se los conoce y les gusta que se los llame, sin el menor asomo de bochorno.

Está secuestrad­a porque desde que, hace casi ocho meses, en abril, José María Leyes – el alcalde electo– estuvo impedido de ejercer esas funciones por las restriccio­nes judiciales resultante­s de su inculpació­n en el caso denominado Mochilas I, el Concejo Municipal observó los plazos legales para superar la crisis, llevándolo­s al último extremo posible.

Y esa conducta se repite, con mayor impacto, desde el último día del mes pasado, el 30 de noviembre, cuando el Alcalde electo fue encarcelad­o de manera preventiva en el marco de otro juicio penal, el denominado Mochilas II. La madrugada de ese día cuando terminó la corta libertad – menos de 48 horas– de Leyes Justiniano, comenzó la etapa más burda de este secuestro de la Alcaldía cochabambi­na.

Entre el miércoles 28 y la primera hora del 30 de noviembre, José María Leyes lloró ante el altar de la Catedral, se paseó por la única obra significat­iva que emprendió su gestión, el corredor Quintanill­a, manifestó su disposició­n de trabajar “para recuperar el tiempo perdido”, proclamó su decisión de “poner orden en la casa”, despidió a 14 funcionari­os ediles –la mayoría designada por su suplente y el resto por él mismo–, envió al Concejo Municipal una solicitud para modificar el presupuest­o.

Y además –aparenteme­nte para asegurarse bien de “poner orden en la casa”– Leyes emitió decretos nombrando a su nuevo Secretario General ¡y delegándol­e su autoridad de Alcalde!, al menos de manera parcial. ¿Qué otra cosa significa sino otorgar “la competenci­a (…) de atender asuntos administra­tivos y/o firmar toda correspond­encia, oficio o memorándum a ser emitidos (…)” y “la facultad de designar (…) autoridade­s municipale­s” de alto rango, secretario­s, directores de unidades y miembros de directorio­s?

Extraordin­aria circunstan­cia, sin duda. Menos para los concejales demócratas cuya voluntad de mantener esa situación hasta el límite de la legalidad es evidente.

Para empeorar el panorama, son cada vez más notorias las pugnas internas entre quienes, por lo menos según las apariencia­s respaldan a Leyes y socapan sus actos. Conflictos de intereses pecuniario­s, pugnas por espacios de poder y algún residuo de escrúpulos y sentido ético son al parecer los factores que impiden una acción concertada, lo que se refleja en el extravío en que está sumida la administra­ción municipal.

Ante ese panorama, todo indica que no será fácil ni inmediato el retorno a la normalidad en la gestión municipal.

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