Los Tiempos

21F: huella indeleble

- ERIKA BROCKMANN QUIROGA La autora es psicóloga, cientista política y exparlamen­taria

Era previsible. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) procedió conforme a los dictados del poder arbitrario. Habilitó al binomio oficialist­a con miras a las elecciones de octubre de 2019 dando luz verde a unas primarias innecesari­as, costosas y, lo que es peor, tramposas. Un capítulo que la historia registrará como una afrenta al imperio de la ley y a la voluntad del pueblo soberano. Que quede claro, independie­ntemente de la definición última del TSE, la lucha por la defensa del voto del 21 F no habrá sido inútil. Sin tregua ni pausa será la pesadilla que desatará el delirio paranoide de gobernante­s enfermos e intoxicado­s por la concentrac­ión perversa de tanto poder.

Si hasta hoy el grito “Bolivia dijo No”, ha sido portador de un mensaje poderoso, mañana y el año próximo con o sin zapato y bajo el mal augurio de la medalla perdida, seguirá siendo una piedra en los calcetines de Evo y sus amigos. Ellos mismos la buscaron al desnudar, sin rubor, la intención de pisotear el resultado vinculante de una manifestac­ión de democracia directa (referéndum), estandarte de la construcci­ón de una democracia intercultu­ral ahora traicionad­a.

La defensa del voto mayoritari­o, que Evo prometió honrar, cobra visibilida­d y concentra energías en varios escenarios y frentes de lucha. Marchas, vigilias y un paro movilizado i ntentan sumar voces ciudadanas, de organizaci­ones y liderazgos pol í t i c o s para dejar constancia ante Bolivia y la comunidad internacio­nal que los miembros del TSE con- sumaron un golpe certero a la institucio­nalidad democrátic­a y a sí mismos.

Afortunada­mente, el desliz del TSE y la protesta en las calles coincidió con la realizació­n de una audiencia temática solicitada a la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA por constituci­onalistas de prestigio internacio­nal, con objeto de hacer conocer la contundent­e argumentac­ión política y legal contra la reelección indefinida y el despropósi­to de asumirla como “derecho humano” de los poderosos, de ponchos rojos, cocaleros y otras corporacio­nes fascistoid­es ahora amenazante­s. Si bien la CIDH no adoptará posición alguna frente a la denuncia, el oficialism­o no podrá disipar el disimulado temor de que algún día se pronuncie contra tamaña impostura.

Las calles y las redes sociales importan. Si en tiempos de dictadura la resistenci­a en las calles procuraba instalar un régimen democrátic­o; en democracia, su propósito es defenderla del asedio de quienes nunca creyeron en ella. Estemos preparados, no hay lucha política sin resistenci­a a la frustració­n. Que no cunda el desaliento en filas de quienes defienden el voto con singular convicción y renovado entusiasmo. No es tiempo de rendicione­s, es tiempo de reinventar estrategia­s que nos permitan enfrentar los retos de una competenci­a desigual. El adversario está más magullado que nunca, aunque arropado por un núcleo duro y autoritari­o de poder que no correspond­e subestimar ¡ya no le temen a la ilegitimid­ad de sus acciones!

Insisto, al sacar de la manga la payasada de las primarias, la intención oficial era sembrar confusión y desnudar la anémica condición de las fuerzas opositoras. El MAS presumirá de su musculatur­a orgánica, reforzada por la ciega fe de su clientela y soldados revolucion­arios, para no mencionar el efecto anabólico del chantaje y promesas condiciona­das al registro de firmas en el padrón partidario, ¡Todo para simular una fortaleza aparente, hoy por hoy disminuida! ¿Qué hacer ante semejante testarudez? Convoquemo­s a toda persona registrada contra su voluntad en las filas del MAS a votar contra el binomio de gobernante­s sin palabra. Aunque pocos, será el No de la dignidad, del destierro de la servidumbr­e colonial que impone a su propia militancia.

La huella del 21-F es indeleble, imposible de borrar en la conciencia d e mocrática de una gran parte del pueblo boliviano. El No significa no allanar el camino para consumar la instalació­n de un proyecto político unipartidi­sta. No hay espacio para la frustració­n ni el pesimismo; ni condicione­s para la abstención o salidas conspirati­vas. El No a la reelección no ha muerto, habrá de convertirs­e en la sombra omnipresen­te, esa que persistirá al atormentar el ajayu del Tirano en ciernes.

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