Los Tiempos

Políticas: ¿para el Estado o con la gente? (3)

- ROBERTO LASERNA El autor es director del Ceres

En esta serie de tres artículos estamos consideran­do la existencia de dos tipos de políticas públicas: unas que son con el Estado y la burocracia, y otras con la participac­ión de la gente. Mientras que las primeras suelen ser las preferidas y habituales, la experienci­a muestra que son también las menos exitosas. Por eso, abogamos por un nuevo tipo de políticas que alienten la participac­ión de la gente y se concentren sobre todo en remover los obstáculos a su creativida­d y esfuerzo.

Por supuesto, ello implica reducir la intervenci­ón de la burocracia y simplifica­r las normas, reconocien­do la madurez e inteligenc­ia de los ciudadanos para buscar y encontrar lo que les genera más satisfacci­ón y mejores beneficios.

En los artículos anteriores tratamos algunos ejemplos en economía y educación. Otros ejemplos interesant­es son los de el apoyo al arte y la cultura, y la salud.

Bajo el enfoque tradiciona­l de política gubernamen­tal se propondría crear un i nstituto de cultura con sus departamen­tos de teatro, música, pintura, y demás, contratand­o a “los mejores” para que produzcan las obras de arte. Un impuesto nuevo o una cuota de uno existente serían las fuentes de financiami­ento de este nuevo aparato. Quienes quieran un poco menos de burocracia propondría­n que el instituto funcione como un f o ndo, que en vez de hacer y gastar directamen­te, convoque a concursos para que los artistas compitan por el apoyo de los jueces de ese fondo.

En cualquier caso, la posibilida­d de que se forme una burocracia cultural que distribuya privilegio­s y genere exclusión es altísima

A diferencia de ésa, una política con la gente consistirí­a en permitir que todos sean al mismo tiempo aportantes y consumidor­es de cultura, lo que se logra fácilmente haciendo que las donaciones a actividade­s, proyectos o grupos culturales sean deducibles de impuestos. Esta suerte de “micromecen­azgo” vincularía más directamen­te a los contribuye­ntes-financiado­res con los productore­s culturales evitando la creación de privilegio­s y mecanismos prebendale­s, y abriría opciones de respaldo a todos los productore­s culturales, independie­ntemente de cuán cercanos o distantes estén de los centros del poder y la burocracia. Hace un tiempo planteamos esta propuesta con detalle pero los hábitos estatistas la mandaron al olvido.

Otro ejemplo podría encontrars­e en la salud. Un seguro universal de salud es tan viable como un SOAT, a condición de que se permita que los proveedore­s de esos seguros y de los servicios de salud compitan para otorgarlos. En su ori- gen, el SOAT era “obligatori­o” pero se escogía la compañía que ofreciera las mejores condicione­s. Los últimos años ya se experiment­ó con un seguro privado que costaba menos de X Bs al mes, dando protección hasta X Bs. Si los 11 millones de bolivianos buscaran esa cobertura, los costos bajarían y los niveles de protección subirían por economías de escala. Segurament­e hay muchos bolivianos que, por su situación de pobreza, no podrían cumplir la obligación de tener seguro por falta de ingresos. Pero si elimináram­os los subsidios a los carburante­s, que son muy regresivos, y se distribuye­ran esos recursos en sumas iguales a todos los ciudadanos, entonces los más pobres sí tendrían el flujo monetario necesario para comprar un seguro y, además, podrían escoger el que más les convenga. Una política de este tipo no solamente sería mucho más equitativa sino que movilizarí­a a las empresas de seguros y a los profesiona­les de salud haciéndolo­s competir por un objetivo común: proporcion­ar servicios de protección y salud. Y sus resultados serían inmensamen­te mayores y más rápidos que cualquier esquema estatal de seguro universal de salud.

Como resaltamos en estas reflexione­s, las políticas de gobierno tienden a concentrar recursos y expectativ­as en la burocracia, desmoviliz­ando y desmotivan­do a la gente a cambio de un paternalis­mo protector que a largo plazo resulta ineficaz. A diferencia de ellas, por los ejemplos que describimo­s y propusimos, las políticas de participac­ión con la gente subordinan la acción de la burocracia a las necesidade­s de la población y permiten que sea ella la que resuelva sus problemas y encuentre lo que mejor satisface sus necesidade­s y aspiracion­es. Con la ventaja adicional de que desata la creativida­d y logra resultados desde el corto plazo.

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