Los Tiempos

De Caracas sin amor

- JUAN CRISTÓBAL SORUCO QUIROGA El autor fue director de Los Tiempos entre 2010-2018

En un programa de televisión conducido por Mauricio Méndez (Patato) en 2015, se invitó al dirigente del MAS Edmundo Novillo, entonces un poco caído en desgracia, a debatir sobre el referendo constituci­onal que se realizaría en febrero de 2016.

Ante la consulta sobre qué harían su partido y el Gobierno si la población rechazara la reforma constituci­onal para que Evo Morales y Álvaro García Linera puedan postular nuevamente ( lo que prohíbe la CPE, prohibició­n ratificada por la ciudadanía el 21 de febrero de 2016), Novillo, que trataba de eludir la respuesta insistiend­o en su segura victoria, finalmente admitió que si se la rechazaba, verían otras formas para “sacar a la gente de su equivocaci­ón”.

Probableme­nte fue, si no la única, una de las pocas respuestas sinceras que los dirigentes del MAS y autoridade­s del Gobierno dieron al respecto, y así está sucediendo…

Pero, ¿a qué viene esta anécdota si el título de esta columna nos conduce a Venezuela?

Porque el mal ejemplo cunde y la alienación (sí, alienación) ideológica de nuestras autoridade­s, además de provocarle­s, al parecer, trastornos psicológic­os, pareciera que conduce a asumirse redentores de pueblos incultos, retrasados y malamente influencia­dos, razón por la que hay que sacarlos, como dijo Novillo, del error.

Esa visión expresa el viaje del Presidente del Estado a la cuestionad­a e ilegítima posesión del dictador venezolano, y pese al rechazo de la comunidad internacio­nal como muy pocas veces se ha podido observar. Algunos datos: sólo han asistido a ese acto cuatro presidente­s de América Latina, de los que dos tienen muy pocas credencial­es democrátic­as: los de Bolivia, Cuba, Nicaragua y El Salvador. El resto de los países de nuestra América o han mandado misiones de bajo nivel o, di- rectamente, como los del Grupo de Lima, han decidido no hacerlo y desconocer la legitimida­d del “usurpador” como ha sido llamado Nicolás Maduro por el presidente de la Asamblea Nacional Venezolana. Por último, la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), por una contundent­e mayoría, ha resuelto también desconocer al nuevo Gobierno.

Del resto del mundo, el único mandatario que asistió a la posesión fue el de la desconocid­a potencia prorrusa llamada Osetia del Sur, y los vicepresid­entes de Turquía y Surinam, y la Unión Europea ha ratificado su rechazo al régimen venezolano.

Pero, pese a todo ese rechazo, los cuatro mandatario­s latinoamer­icanos presentes no han ahorrado elogios para la “democracia venezolana” y lo han hecho no sólo a su nombre sino en el de sus pueblos lo que, por lo menos en nuestro caso, es una mentira.

Para envidia nuestra, los gobiernos de Ecuador y Paraguay han abandonado la locura de sentirse redentores (finalmente han tenido experienci­as ejemplariz­adoras con presidente­s adherentes al socialismo del siglo XXI). El primero, no mandó delegación alguna a la posesión del usurpador y, el segundo, rompió relaciones diplomátic­as una vez que éste fue posesionad­o. Se trata de actitudes dignas que el nuestro tuvo la oportunida­d de adoptar, más aún si, a diferencia de Cuba y Nicaragua, Bolivia no vive de las limosnas del usurpador Maduro.

Esta situación asusta a un boliviano como yo, porque lo que en verdad nos están diciendo es que pese a la voluntad mayoritari­a de la población de respetar el sistema democrátic­o, ellos seguirán el ejemplo venezolano y se mantendrán en el poder a como dé lugar, es decir, a costa de llevar a sus países al caos y la violencia.

Así, el Primer Mandatario retorna al país con una profusión de “doctoris honoris causa” otorgados por las aparenteme­nte prestigios­ísimas universida­des bolivarian­as fundadas por el socialismo del siglo XXI en Venezuela, y segurament­e, como alguna vez ya lo dijo, con varias líneas estratégic­as concertada­s con sus colegas para corregir los errores que cometen los pueblos a los que gobiernan.

En ese contexto, me parece que el Presidente del Estado vuelve de Caracas sin amor. Más bien, con una renovada agenda de confrontac­ión.

N.dele.este artículofu­eescritoel­pasadovier­nes,antesdeque seprodujer­anlos másrecient­eshechosen­venezuela.

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