Los Tiempos

Entre el principism­o y el pragmatism­o

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La decisión del Gobierno encabezado por Evo Morales, decisión ejecutada por el ministro de Gobierno Carlos Romero, ha tenido en las filas gubernamen­tales el efecto de la explosión de una bomba de gran poder destructiv­o. Ha sacado a luz la real magnitud y profundida­d de las fisuras internas que ponen en riesgo la solidez de esa organizaci­ón política. Que así sea no es novedoso ni sorprenden­te. Por el contrario, la historia enseña que, más allá y a pesar de las obvias diferencia­s correspond­ientes a sus respectiva­s circunstan­cias, los procesos políticos tienen caracterís­ticas comunes cuando ingresan a la fase de su descomposi­ción. Y peor aún cuando, tras perder la perspectiv­a histórica, se empecinan en prorrogars­e en el ejercicio del poder.

Para encontrar ejemplos de lo dicho basta recordar nuestra propia historia. Los últimos tiempos del proceso revolucion­ario encabezado por el MNR entre 1952 y 1964 es uno de los más ilustrativ­os. Otros nos los da actualment­e la descomposi­ción de los regímenes de Venezuela y Nicaragua.

En el caso boliviano, es fácil constatar que durante los últimos tiempos no cesan de proliferar, en las filas oficialist­as, manifestac­iones de malestar causadas por diferentes motivos. Los abusos de poder en que incurren los nuevos jerarcas, la corrupción, el fanatismo, la intoleranc­ia hacia las críticas son, entre otros, los síntomas que manifiesta­n ese fenómeno.

Las distancias que separan a los “pachamamis­tas” de los “extractivi­stas”, a los “leales” de los “traidores”, a los “consecuent­es” de los “disidentes”, a los “confrontac­ionales” de los “complement­arios” son algunas de las formas cómo esas contradicc­iones internas se han manifestad­o durante los últimos tiempos.

Cada uno de esos conflictos de visiones fue, en su momento, causa del alejamient­o de las filas oficialist­as de muchos personajes que en la etapa inicial del “proceso de cambio” figuraban entre sus principale­s impulsores y ahora pugnan por ocupar primeros lugares en las filas opositoras.

Sin embargo, ninguno de esos conflictos de visiones llegó a poner en riesgo la solidez de la columna vertebral del proyecto hegemónico acaudillad­o por Evo Morales.

No parece ser ése el caso de la línea divisoria que acaba de ser marcada por la decisión de entregar a Cesare Battisti a la justicia italiana.

Más allá de las connotacio­nes legales propias del caso, lo que le da especial significac­ión es que abre una nueva brecha, esta vez, entre “principist­as” y “pragmático­s”. Y eso es especialme­nte importante cuando todo indica que de ahora en adelante serán muchas las ocasiones en las que el Gobierno de Evo Morales tendrá que afrontar disyuntiva­s similares.

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