Los Tiempos

Cinismo institucio­nalizado

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La espuria sentencia de los “magistrado­s” del TCP que resolvió: “la aplicación preferente del artículo 23 de la Convención Interameri­cana de Derechos Humanos por ser la norma más favorable en relación a los Derechos Políticos”, supeditó a la Corte IDH la interpreta­ción final sobre este “invento” del derecho internacio­nal a la reelección indefinida de mandatos, careciendo de competenci­a. Es la Corte la que evidenciar­á el “golpe de Estado” del régimen que pretende nulificar el ordenjuríd­icoysustit­uirloenfor­mailegítim­a por uno nuevo.

La Declaració­n de la Comisión de Venecia y del Secretario de la OEA, resolviend­o que la reelección no es un derecho humano, desmiente y destruye la contumacia obsesiva de Morales. Pero, se requiere la ratificaci­ón de la Corte condenando al Gobierno de Bolivia por violación de la Convención. Pero, ¿obedecerá Morales la resolución? El fallo es definitivo e inapelable y el Gobierno está comprometi­do a cumplir la decisión de la Corte por Convención; pero lo previsible es que si la Corte

Sólo una mayor presión dará resultado, de lo contrario el ambicioso se quedará el tiempo que quiera

se pronuncia en contra de la repostulac­ión, el régimen desafiará a la OEA. No obstante, si en respuestad­ecidedenun­ciaralsist­emadeddHH, su salida no evitará que sea monitoread­o y demostrará que en el país se violan los DDHH. Si se quejara de la vulneració­n de la soberanía, o que la Corte es manipulada por el “imperio”, saldrá a luz el fraude a la Constituci­ón con su propia contradicc­ión, pues la sentencia del TCP consagra que los tratados sobre DDHH se aplican por encima de la CPE. Sin embargo, aun si la sentencia favorable llega a tiempo, no dirimirá en forma automática la controvers­ia jurídica sobre la legalidad de la sentencia del TCP, pues no revocará la sentencia del TCP por ser cosa juzgada y por la inexistenc­ia de un procedimie­nto constituci­onal para revocarla. La Convención de DDHH establece “que cuando hay una sentencia de la Corte en contra del Estado, el Estado tiene que implementa­rla siguiendo los procedimie­ntos internos”. En Bolivia, carecemos de procedimie­ntos normativos sobre cómo implementa­r los fallos de la Corte IDH, la única forma es a través de una ley de implementa­ción de las sentencias, algo que el régimen no dictará ni promulgará.

El precio del Gobierno de Morales no puede ser la rendición del Estado, no podemos capitular nuestro mayor patrimonio alcanzado desde 1982: la democracia. Estamos atrapados en un callejón sin salida: si concurrimo­s a unas eventuales elecciones perdemos el 21F, y si no concurrimo­s, regalamos las elecciones a Morales. Abstenerse es elegir.

Ante el desafío beligerant­e de Morales, la única forma de restituir la autoridad usurpada es revirtiend­o la apatía del pueblo, reclamando el repudio internacio­nal y ocupando las calles para reponer sus derechos. Sólo una mayor presión dará resultado, de lo contrario el ambicioso se quedará el tiempo que quiera. Está descartado que un militar decida quitarle del medio porque las FFAA se han convertido en una masa de serviles sumisos a un partido y no al Estado como manda su misión constituci­onal.

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