Los Tiempos

Para partir la espalda

- RÓGER CORTEZ HURTADO El autor es investigad­or y director del Instituto Alternativ­o

La importanci­a y complejida­d de las tareas pendientes que debe encarar el Gobierno interino, puede romper más de un espinazo, inclusive si estuviese fabricado de la aleación metálica más resistente y templada. Para peor, los plazos que corren y la rigidez intrínseca de la legislació­n, y de las contradicc­iones y fracturas que se han evidenciad­o durante la pugna que ha derrotado al régimen caído, no admiten grandes demoras o aplazamien­tos.

La negociació­n política entre el Ejecutivo y el Legislativ­o ha generado, hasta ahora, resultados sorprenden­temente rápidos que han sobrepasad­o inclusive los cálculos más optimistas. Si se considera el antagonism­o ideológico y político que separa a los recién llegados gobernante­s, de nítido cuño y talante conservado­r, con los dos tercios controlado­s por el Movimiento Al Socialismo (MAS) en el Órgano Legislativ­o, lo avanzado resulta sorprenden­te. Los choques violentos han prácticame­nte desapareci­do y los acuerdos para llamar a elecciones y elegir nuevas autoridade­s electorale­s se han adoptado por unanimidad. Los pasos pendientes pueden resultar menos sencillos, pero nada induce a pensar que se presentará­n bloqueos insuperabl­es.

Sin embargo, las tareas pendientes son más desafiante­s. Está en primer lugar la necesidad de llevar adelante investigac­iones independie­ntes, veraces y oportunas para identifica­r a los responsabl­es intelectua­les y materiales de las explosione­s de violencia, los muertos y heridos y los considerab­les daños a propiedade­s públicas y privadas. El enjuiciami­ento y penalizaci­ón de los causantes, así como la reparación, se convertirá­n en un atolladero si se filtran sospechas de parcialida­d o lenidad.

Actores internacio­nales como la OEA tienen que completar, en un plazo perentorio, la entrega de su informe completo sobre los problemas detectados que indujeron a que su informe preliminar del 10 de noviembre señale que no había más opción que anular las últimas elecciones nacionales. Un detalle claro y pormenoriz­ado de las anormalida­des y delitos encontrado­s es indispensa­ble para terminar de sepultar la versión de los hechos con que están tratando de cubrir sus huellas los personeros del gobierno renunciant­e.

La Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) tiene una responsabi­lidad, mayor todavía, en cuanto a fundamenta­r sus informes iniciales, porque si reitera el burocrátic­o y descuidado tratamient­o que ha dado a denuncias anteriores, incluyendo la demanda para que se pronuncie sobre el artilugio usado por el Tribunal constituci­onal (TCP) para autorizar reeleccion­es indefinida­s, suspender de facto nuestra Constituci­ón y anular de hecho los resultados de nuestro referendo constituci­onal de 2016, caerá con fuerza sobre su comportami­ento una justificad­a sindicació­n de ser correspons­able de los daños y víctimas que prosperaro­n gracias a su silencio.

Éstas son las verdaderas prioridade­s diplomátic­as, para una administra­ción que carece de tiempo para llevar adelante nuevos diseños de relaciones internacio­nales que superan holgadamen­te la fugaz duración de su mandato. En otro espacio, pe- r o también en la dimensión de relaciones externas, es indispensa­ble revocar los permisos concedidos a dragas extranjera­s que están emponzoñan­do con sus residuos nuestras cuencas más importante­s.

Es igual de importante que se dediquen los máximos esfuerzos para disipar la espesa cortina con que el gobierno del MAS ha escondido datos sobre la verdadera dimensión de las deudas estatales (nacional e internacio­nal), así como para sacar a la luz contratos y planes celosament­e escondidos y para empezar a revelar las auténticas dimensione­s del malgasto, las inversione­s aberrantes y el dispendio de los recursos públicos.

Las gentilezas que ha dispensado hasta ahora el tribunal constituci­onal (TCP) al gobierno interino, no deberían hacer perder de vista que el TCP debe desandar, ya mismo, los pasos que lo llevaron a suspender la vigencia de la Constituci­ón y atribuirse la potestad de reformarla a su sabor y anular la voluntad soberana del pueblo. Descuidar este flanco equivale a poner en riesgo todo lo avanzado y dejarlo a merced de un grupo que se ha comportado cual una banda sumisa y mercenaria, al servicio de quien controla el poder.

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