Los Tiempos

Cuestionab­les urgencias

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El tema de la utilizació­n en el país de semillas genéticame­nte modificada­s volvió a cobrar vigencia, de manera sorpresiva, con la promulgaci­ón, el jueves recién pasado, de un decreto supremo que inicia el proceso para autorizar esos cultivos.

Más allá de lo controvers­ial del tema, que enfrenta intereses económicos con prioridade­s ecológicas, la decisión del Gobierno transitori­o sorprende y provoca varios cuestionam­ientos.

La convenienc­ia o no de ampliar la presencia de esos cultivos —ya presentes en Bolivia, de manera autorizada o no, desde hace más de una década— es un tema que, por su importanci­a para el futuro alimentici­o del país, merece análisis y debates serenos, transparen­tes y objetivos. Y esas condicione­s están ausentes en el actual contexto de la emergencia de la pandemia de Covid-19 y de la inminente crisis económica resultante de la casi total parálisis del aparato productivo, aquí y en todo el mundo, por efecto de las restriccio­nes sanitarias.

Asimismo, el mencionado decreto que “de manera excepciona­l” autoriza al Comité Nacional de Biosegurid­ad “establecer procedimie­ntos abreviados para la evaluación del maíz, caña de azúcar, algodón, trigo y soya, genéticame­nte modificado­s”, despierta al gunos cuestionam­ientos.

El primero de ellos se refiere a la urgencia que parece tener el Gobierno en abrir el país a más cultivos transgénic­os, pues el decreto fija un plazo de 10 días para la aprobación de los procedimie­ntos mencionado­s.

Pero el punto más álgido del tema es la contradicc­ión evidente que existe entre la iniciativa gubernamen­tal y las leyes vigentes en Bolivia, incluidas disposicio­nes específica­s de la Constituci­ón.

No es la primera vez que decisiones del Ejecutivo contradice­n el ordenamien­to legal sobre los transgénic­os. Ya ocurrió cuando Evo Morales presidía el país.

Pero en este caso se trata de un Gobierno transitori­o, cuyo mandato tiene el fin específico de llevar a buen término esa transitori­edad que concluirá luego de las elecciones. La autorizaci­ón del uso de semillas transgénic­as en nuevos cultivos tiene un alcance en el tiempo y un impacto medioambie­ntal que correspond­en a una política de Estado. Y la determinac­ión de políticas de Estado es una atribución propia de los Gobiernos cuya legitimida­d proviene de del voto ciudadano. Lo que no ocurre con éste.

Finalmente, es legítimo cuestionar­se acerca de cuáles y cuán poderosos son los intereses que impulsan a este Gobierno transitori­o a adoptar una actitud de apertura a los transgénic­os tan similar a la del anterior y criticado régimen del MAS.

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