Las letras de la recesión económica
Existe un consenso entre los economistas de que el mundo, América Latina y Bolivia están entrando a un proceso recesivo. Achicamiento del producto interno bruto (PIB): máquinas paradas, tierras sin producir y personas desocupadas. Según el FMI, el producto mundial caerá en un -3%. Ya EEUU registrará una contracción del -5,9%. Europa llevará la peor parte de la crisis y su PIB retrocederá en un -7.5%. Latinoamericana tendrá un producto negativo del -5,2%. Y Bolivia, siguiendo esta tendencia, experimentará una recesión del -3,4%.
Tal vez la pregunta que aún queda por responder es cuán profundo y largo será el parón de la economía. Podríamos estar encaminándonos inclusive a una severa depresión económica. En cierta ocasión, preguntaron a Theodore Roosevelt cuál era la diferencia entre recesión y depresión. La respuesta fue: “Recesión es cuando el vecino pierde el empleo y depresión es cuando el desempleado soy yo”.
Para encaminar este debate, los economistas han creado una especie de abecedario del siniestro: V W U L. Una recesión del tipo V es intensa pero corta. Entre 6 y 24 meses en el fondo del pozo, pero salida rápida. Por ejemplo, para el caso boliviano, los muchachos del Fondo creen que, en 2021, la economía volverá a crecer al 3,5%. Lord Keynes, desde su muy visitada tumba, los oiga.
En la forma de recesión W, los signos positivos serían una especie de falso afán o amague de recuperación, pero de pabilo corto. La economía muestra un alivio temporal —en gran medida resultado de una sobredosis de políticas fiscales y monetarias expansivas, es decir de meterle plata a la economía hasta por las orejas—, pero después de un espejismo de liquidez (de palomita al abismo) se le adiciona un problema adicional: inflación descontrolada.
La caída del producto del tipo U es cuando la economía se queda en la fosa por 4 o 6 años y, después de un chaqui homérico, se recupera. En el caso de la economía boliviana significa que sólo veríamos la luz, allá por el año 2026. Con esta predicción: ¿Quién quiere ser candidato a… presidente de pompas fúnebres?
La recesión del tipo L, lleva a la economía a la lona por más de 10 años. Una generación sufre las consecuencias de la crisis económica y social. En América Latina, la década de los 80 se conoció como la década perdida.
No sin razón se critica a los economistas por haber previsto 9 de las 5 recesiones anteriores. Por eso mucha gente afirma que el mejor predictor del futuro está en el pasado.
Según el historiador económico boliviano José Peres-cajías, de la Universidad de Barcelona, en el último siglo Bolivia atravesó por tres recesiones. En 1929, siguiendo la tendencia mundial, la economía boliviana entró en colapso y el rebote en el fondo del pozo se dio en 1932, y la crisis se superó en 1938. Esta sería una caída del tipo V, aunque nos tocó 10 años recuperar el producto de precrisis. La segunda recesión comenzó en 1952, fue más larga que la anterior. La economía registró decrecimiento o crecimiento muy bajo por 16 años, duró hasta 1968 y el punto de inflexión se dio en 1959. Esta fue una crisis del tipo U. Finalmente, la recesión más grave comenzó en 1978, la recuperación fue muy lenta y se retornaron a niveles del producto de precrisis en 2007, es decir 29 años después. El cambio de tendencia se dio allá por el año 1986. En este caso podríamos estar hablando de una crisis del tipo L. Los datos que utiliza son PIB percápita y tipo de cambio purchasingpowerparity (paridad del poder adquisitivo).
Sin duda, la historia nos da grandes aportes, pero esta crisis que comenzamos a vivir tiene particularidades. Probablemente, una de las más importantes características es que ésta se deflagró a partir de un shock de oferta impulsado por el Estado para salvar la vida de millones de personas: la cuarentena. Y que la salida de la crisis va a depender de la curva de contagio y de la velocidad con que se reactive el aparato productivo, pero sobre todo de la calidad del retorno del Estado en la economía.
Dados los grados de incertidumbre, volatilidad de los mercados y la escasa información económica que se cuenta, es muy difícil predecir el tipo de recesión que enfrentaremos. Pero por más corta que sea, hará retroceder en años al aparato productivo. Romperá con cadenas productivas, destruirá redes de negocios y descapitalizará trabajadores y gerentes.
El resorte productivo que se contrae, difícilmente vuelve a ser el mismo cuando se expande nuevamente. Entre tanto, este problema puede ser visto como una gran oportunidad para reinventar el patrón de desarrollo nacional y no volver al mismo lugar, el modelo primario exportador, como ocurrió en las tres anteriores crisis del siglo XX.