Los Tiempos

Sócrates, la primera víctima de la democracia

- RONNIE PIÉROLA GÓMEZ El autor es abogado, http://ronniepier­ola. blogspot.com

El año 339 a. C., en Atenas, en una asamblea compuesta por 556 jueces juzgaron y sentenciar­on a muerte a uno de los más importante­s pensadores de la humanidad: Sócrates.

El filósofo, de poco más de 70 años, amante de la verdad y de las leyes, fue condenado por 281 votos en su contra. Quizás Sócrates habría podido escapar a esa condena a muerte, pero su defensa férrea del respeto a las leyes se lo impidió, porque huir hubiese sido sencillame­nte inmoral.

Conocemos de Sócrates, por Platón, quien analiza la democracia y desnuda las falencias de un sistema que hasta ahora sigue tropezando con la misma piedra: Platón compara la democracia con un barco, el cual debiera estar dirigido por el más apto que, en ese caso, sería el que tuviese más conocimien­to de navegación y mayores virtudes que el resto, sin embargo no siempre sucederá esto, ya que bajo los principios de la democracia, la tripulació­n bien podrá elegir como capitán al que le parezca más amigo, o más pintoresco, o les ofrezca más beneficios (aun cuando éstos sean mentiras) y, como resultado, el barco se irá a pique.

Usando esta analogía, se puede afirmar que el peor error de la democracia es que

Si elegimos a un capitán mediocre y sin conocimien­to ni capacidad, éste se rodeará de otros mediocres que vivirán del cuoteo, de la prebenda, de dar pega al que hizo campaña, al amigo, al compadre o al militante.

solemos elegir capitanes mediocres: nuestros políticos.

Sucede que la fórmula que exitosamen­te proclama la película Ratatoutil­le, no funciona en política, porque tristement­e “no cualquiera puede gobernar”, y eso se extiende a muchas áreas de la gestión pública. Es por este equívoco garrafal que si elegimos a un capitán mediocre y sin conocimien­to ni capacidad, éste se rodeará de otros mediocres que vivirán del cuoteo, de la prebenda, de dar pega al que hizo campaña, de poner a dedo al amigo, al compadre o al militante. Por eso tendremos al peor estudiante del curso ejerciendo como alta autoridad, al más corrupto como ejecutivo de nivel, y al más perverso como dirigente.

Gracias a estas actitudes vulgares, la política apesta, hiede a abusos, a negociados, a beneficios particular­es, a ineficacia y, por supuesto, a corrupción.

Debo decir, en honor a la verdad, que segurament­e no todos los que ejercen la política son de esta misma calaña, pero también es evidente que una inmensa mayoría sí lo son.

Por ello es que si en su momento Sócrates dio la vida por los principios morales en los que creía, actualment­e casi ninguno de los políticos que elegimos para dirigirnos lo podría hacer, porque hoy en día, los políticos nos han demostrado que, sean verdes o azules, son la misma vaina.

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