El tren bala de Cochabamba
Algo que los cochabambinos, con toda franqueza, deben ratificar es que nunca han sentido la necesidad de un tren para mejorar su calidad de vida. Nunca. La ficticia carestía y la nefasta urgencia se las impuso un cocalero. Ahora, la empresa encargada de la construcción del tren metropolitano ha lanzado un comunicado indicando que algunos equipos, vagones y estaciones para completar el proyecto, se encuentran depositados en puertos del norte de Chile y que están corriendo el riesgo de remate por las deudas de almacenaje y algunos impuestos de importación; además de que el actual gobierno transitorio es el responsable por suspender los pagos al consorcio.
Extraña mucho que el consorcio no haya considerado que, desde hace bastante tiempo, Bolivia entera está en emergencia nacional, no sólo por las consecuencias del fraude electoral que perpetró el dictador cocalero y todo su séquito, sino que ahora el país está sumergido en una grave crisis económica por culpa del coronavirus.
El gerente del consorcio con una retórica bastante altruista quiere convencer a la población cochabambina de que la conclusión de la obra se convertirá en una solución de transporte, mejorando así su calidad de vida. Ya está por demás aceptado por la gente sensata que el tren de Cochabamba es el fiasco más deplorable de su historia; y que serán muchos los años que pasen para ver la obra concluida y funcionando.
Si los cochabambinos se sienten estafados, más extorsionados deben sentirse los que formaron parte marginal del proceso de contratación, esos empresarios emergentes de mediopelo. Se sabe que circuló entre todos estos operadores ingentes cantidades de dinero, coimas y prebendas; por lo que si existen empresas en quiebra es porque tienen que ir reconociendo que en este colosal acto de corrupción han pagado sobornos dentro del partido azul.
Ningún contratista o subcontratista ha entrado en este negocio demostrando su idoneidad y competencia para encarar el proyecto. Todos (sin excepción) han tenido sus turbios contactos con jerarcas masistas para beneficiarse de esa exorbitante tajada de 10 millones de dólares por cada kilómetro construido. Esto no es humo, así de verdad cuesta el tren.
El trasfondo de este reclamo de falta de pago no es más que un acto coordinado entre los peces gordos que se adjudicaron el proyecto y el cocalero huido, lo cual desnuda las condiciones oscuras del negocio. Este ajuste de cuentas artificial está demostrando que quien comenzó con el incumplimiento de los pagos fue el mismísimo cocalero.
Ya son varios los mensajes en las redes sociales que están confirmando la sospecha de que los jerarcas masistas cobraron groseramente el 20% decomisión,paradespuésimportarlesunbledoel futurodelproyecto.solodamiedopensarquecercade80millonesdedólaressecobraronenefectivo el día en que se firmó el contrato. Lo extraño es quelaempresanuncadesbaratóestasconjeturas.
En el peor de los casos, el tren debió entregarse funcionando, y con todos los costos y coimas debidamente pagados, mucho antes de la fuga de Evo Morales. En los hechos, la entrega no ocurrió y, por el contrario, me ha sorprendido que los izquierdistas y chavistas del mundo entero se jacten de la obra emprendida y concluida por el benefactor cocalero.
Para explorar la incredulidad de mis lectores les trasmito el humo que venden unos colombianos, esos de corte socialista del siglo XXI, que en Twitter vanaglorian al presidente socialista Evo Morales por haber inaugurado el mes de julio de 2019 el “tren bala de Cochabamba”, muy similar al que los ciudadanos de Bogotá añoraban y que por culpa de su gobierno de derecha es ahora un sueño que se ha esfumado.
En fin, sólo cabe en el mediano cerebro de un izquierdista frustrado que el tren de Cochabamba está terminado y funcionando. Gracias, Evo. (Sugerencia dominical: buscar en Twitter: tren bala Cochabamba)