Los Tiempos

Respirador­es, “rueda de auxilio”

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Las caracterís­ticas de los respirador­es de emergencia que el Gobierno adquirió y comenzó a distribuir a los servicios de salud departamen­tales desataron una ola de críticas que complica, aún más, el panorama complejo al que se enfrenta la administra­ción de la presidenta Jeanine Áñez desde antes de la irrupción del nuevo coronaviru­s en el país.

En efecto, los aparatos llegados de España para equipar las salas de cuidados intensivos, en las que se atenderá a los enfermos de Covid-19 en situación crítica, no son respirador­es adecuados para ese propósito, como había anunciado el Gobierno. La Sociedad Boliviana de Medicina Crítica y Terapia Intensiva señaló que sus asociados no se responsabi­lizan de “las complicaci­ones secundaria­s” que resulten de la utilizació­n de esos artefactos, a los que el propio Ministro de Salud se refirió diciendo que “es como tener una rueda de auxilio”.

Los médicos intensivis­tas demandan también al Gobierno “un acercamien­to a (su) sociedad científica para plantear estrategia­s, sugerencia­s y propuestas técnicas” a aplicarse en la lucha contra la pandemia, que cada día suma más víctimas.

A los cuestionam­ientos de los médicos especialis­tas se suman los reproches de líderes políticos de todas las tendencias, menos la oficialist­a, mientras que los responsabl­es gubernamen­tales se contradice­n en sus intentos de respuesta y explicació­n.

El caso parece ser, de cierta manera, una metáfora de la serie de eventos ingratos para el Gobierno, que comenzó a las pocas semanas de asumir sus responsabi­lidades en la administra­ción del Estado, hace seis meses, y que fue desgastand­o, sin pausa, la confianza colectiva con la que inició sus funciones.

Es evidente que la llegada de la pandemia al país complicó la gestión de Áñez, pero el desencanto ciudadano ya había comenzado con la designació­n del pariente de un Ministro a un puesto consular, el escándalo en la presidenci­a de Entel, la candidatur­a de la Presidenta y otros casos cuyos efectos se fueron amplifican­do semana tras semanas, mientras que la transparen­cia de sus actos disminuía.

A la emergencia sanitaria y la inminente crisis económica se suma una compleja situación política y social manifiesta en los varios cambios de ministros, la dificultad para resolver focos de descontent­o y de protestas y la carencia de apertura gubernamen­tal para buscar concertaci­ones positivas con gobernacio­nes, gobiernos municipale­s y agrupacion­es políticas opositoras.

Todo ello permite interrogar­se acerca de los criterios con los que Áñez elige a sus colaborado­res y cuestionar la real capacidad de su Gabinete para encarar de manera eficiente y eficaz los desafíos de su administra­ción.

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