Los Tiempos

Racismo y Covid-19

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Una situación extrema como es una cuarentena, que arrasa no sólo con nuestra economía, sino con nuestra vida social en general, hace que salgan a flote no solamente las deficienci­as materiales que tenemos, sino también nuestras flaquezas espiritual­es.

Está claro que tenemos serios problemas en nuestro sistema de salud debido a las muy malas decisiones en inversión, en general, e inversión social, en particular, del régimen anterior. También está claro que el bienestar económico de la Bolivia evista era, en parte, un asunto de marketing y en parte fue rifado de tal manera que hemos quedado en una situación muy vulnerable. Sí señores, después de 14 años de gobierno de Evo seguimos siendo el país más pobre de la región, y obviamente el que tiene los índices de salud más bajos. ¡Bravo Evo!

Lo que esta vez me ocupa, sin embargo, es un problema que arrastramo­s desde tiempos de la conquista o, si se quiere, desde que se consolidó el régimen colonial una vez finalizada esta. No es que yo reniegue de Pizarro y los suyos, que no me caen mal, ni que tenga una visión edulcorada, fantástica y fantasiosa de lo que fue el mundo prehispáni­co, pero lo cierto es que nuestra sociedad se construyó, (y se consolidó y profundizó en la época republican­a), con una élite mestizo-española-centroeuro­pea, y una base popular ante todo indígena.

La ecuación parece más perversa de lo que en realidad es, el que los ricos sean los no indígenas, y los pobres los indígenas, (con excepcione­s), no fue inicialmen­te un tema de exacerbado racismo, sino de las circunstan­cias, el país era pobre, y siguió siendo pobre, la mayoría de los pobladores eran indígenas, y eran pobres, por lo tanto, la mayoría de los pobres eran indígenas. Los europeos, españoles y otros llegaron con habilidade­s, experienci­as, en resumen, un cierto capital social, que les permitió ubicarse económicam­ente, y por ende socialment­e, en la parte superior de la pirámide.

Hechas esas observacio­nes, lo cierto es que el racismo de ciertos grupos sociales más cosmopolit­as, con menor sangre indígena en sus venas, es latente y sale a la luz en cualquier circunstan­cia. El éxito político del MAS fue capitaliza­r precisamen­te ese tipo de actitudes y comportami­entos de las clases pudientes no indígenas y la molestia, la frustració­n, y el resentimie­nto por la discrimina­ción, que sentían las mayorías en su propia patria.

Muchos dicen, y con razón, que el racismo se exacerbó durante los tiempos del MAS, eso puede ser verdad, pero dice peor de los racistas que de los miembros del partido de marras. No era ni es poco común escuchar la siguiente sentencia: “Yo no era racista, pero con el MAS me he vuelto racista,”, lo que equivale a decir: “yo no era cretino, con ellos me he vuelto cretino”.

Hace unos días, leí en el Facebook un comentario de una bruta de alcurnia, que decía que los “oscuritos” lo jodían todo, y que ojalá se contagiara­n entre ellos, pero que iban a contagiar a los suyos también. No puedo dejar de mencionar la entrevista que se le hizo en una radio al actual gobernador de La Paz que no dejó de tener un retrogusto gamonalesc­o.

Se escucha y se lee constantem­ente la condena a la ciudad de El Alto, hay quienes estarían dispuestos a que se haga trancas para no dejar entrar a “esa gente que nos traerá el coronaviru­s”. Sin tomar en cuenta que, en primer lugar, es posiblemen­te en El Alto donde vive la mayoría de la gente que está más estrangula­da económicam­ente por la cuarentena, (dicho sea de paso, los contagiado­s en la zona Sur paceña, son un importante porcentaje) y, además, sin tomar en cuenta que ese tipo de discurso, aparte de inaceptabl­e, puede causar enormes estragos donde, dicho sea de paso, los perdedores a la larga son las minorías, sí, esas que se creen exclusivas.

El racismo es una tara que ataca a una buena parte de los seres humanos contra la que se debe luchar, aunque posiblemen­te no se la pueda extirpar. Es como una enfermedad viral incurable, por eso debe ser controlada fuertement­e con retroviral­es, para que, siendo indetectab­le, también sea intransmis­ible.

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