Los Tiempos

El virus del hegemonism­o

- JUAN CRISTÓBAL SORUCO QUIROGA El autor fue director de Los Tiempos entre 2010-2018

Si bien hay una tendencia generaliza­da a sobre dimensiona­r lo inmediato, parece, no más, que el gobierno presidido por Jeanine Áñez está pasando por uno de sus peores momentos debido a la suma de hechos que se transforma­n en factores de crisis, que sólo podrían ser superados con voluntad y práctica políticas.

Sin embargo, la realidad es que muy rápidament­e el equipo de Gobierno se contagió del virus masista de la hegemonía que, pese a haber sido detectado a partir del instante en que comenzó a introducir­se en la agenda pública una posible candidatur­a de la Presidenta para las próximas elecciones generales, explosionó cuando la propuesta se hizo realidad.

Es que se trata de una candidatur­a forzada y de la que, presumo, es víctima la propia primera mandataria. Es producto de un entorno compuesto por ciudadanos, hombres y mujeres, a los que parece que le interesa menos la trascenden­cia de su misión fortuitame­nte obtenida en noviembre pasado, que seguir manejando a más largo plazo los siempre atractivos hilos del poder, convencido­s, además, de que sin la figura presidenci­al su destino es retornar muy rápido al llano.

Se trata, para seguir con la figura que usó Raúl Peñaranda la semana pasada, de un virus que ya corroyó al anterior régimen y que llevó a sus líderes a salvarse sólo ingiriendo el remedio de la fuga, especie de desparasit­ación que sólo se fagocita con la exposición al peligro de sus bases de sustentaci­ón.

Los primeros éxitos que tuvo la Primera Mandataria han sido fruto de la acción política. La pacificaci­ón del país y la conformaci­ón del Tribunal Supremo Electoral (TSE) fueron posibles porque hubo gente del nuevo Gobierno, bajo la conducción personal de la Presidenta, dispuesta a negociar con los asambleíst­as del MAS, los partidos y coalicione­s vigentes, la Iglesia y la comunidad internacio­nal, para encontrar soluciones de consenso a los problemas emergentes del proceso de transición.

Eso fue posible porque se hizo política como correspond­e. Se convocó a elecciones y cuando parecía que la ruta estaba definida y corría sanamente se presentaro­n la recaída con el virus del MAS –que convirtió a la Presidenta en candidata– y la pandemia del coronaviru­s.

A partir de ese momento, los operadores del Gobierno han actuado con la misma actitud del MAS en sus 14 años de gobierno: creer que tienen la razón en todo, comprender la negociació­n política como fracaso, descalific­ar y amenazar a los disidentes, llenar el aparato estatal de sus seguidores ( basta escuchar para comprender esta actitud la conferenci­a de prensa que la Canciller ofreció sobre el caso de la compra de respirador­es, en la que se enorgullec­ió de haber botado a más de 150 funcionari­os de su despacho, dentro y fuera del país, y presentars­e como la que dirige las relaciones exteriores, olvidando que quien lo hace es la Presidenta), utilizar arbitraria­mente el aparato estatal para su beneficio y cerrar toda posibilida­d de diálogo, achacando la culpa a los otros.

Obviamente hay excepcione­s, pero, por lo que trasciende a la informació­n pública, quienes actúan haciendo política tienen un poder muy limitado.

En ese escenario surge, para terror de las clases medias provincian­as, la figura de la gobernador­a cochabambi­na que, pese a otras actuacione­s bastante cuestionab­les, viabiliza dos logros importante­s en este momento. El primero, desbloquea­r la elección del director del Servicio Departamen­tal de Salud al ceder en su original decisión de mantener como tal a un militante del MAS, pero impidiendo que lo sea un militante de la alianza de la Presidenta. En acuerdo con los sectores vinculados directamen­te con el tema, se optó por la elección de un reconocido médico, que en un principio intentó ser ninguneado por el gobierno central.

El otro logro fue desarmar posiciones de los dirigentes del criminal bloqueo y la violencia desatada por sectores afines al MAS en K’ara K’ara y la zona sur cochabambi­na, y abrir canales de negociació­n que, es de esperar, que las autoridade­s del Gobierno aprovechen para recuperar la normalidad.

A este complicado escenario hay que sumar el acto de violencia institucio­nal realizado por los mandos de las FFAA ante la Asamblea Legislativ­a.

Es pues difícil el momento que atraviesa la gestión de gobierno, y la condición para enfrentarl­o es que la Presidenta recupere su capacidad de autoinmuni­zarse para controlar el virus masista de la hegemonía. Ello exige abrirse al diálogo y la búsqueda de acuerdos que le permitan culminar exitosamen­te la gestión que se le encomendó en noviembre. Y la condición, sinequanon, para lograrlo parece ser, renunciar a su postulació­n en aras de la preservaci­ón del sistema democrátic­o.

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