Feriados y creencias religiosas
Dos feriados en tres semanas no es algo que se produzca con mucha frecuencia. Menos aún si ambos son feriados de origen o con connotaciones religiosas y nada menos que en un país que con toda pomposidad se ha identificado en su Constitución Política como un Estado laico.
Si los mandatos constitucionales fueran en nuestro país tomados en serio, ninguno de los dos feriados, ni Corpus Christi, mañana jueves, ni el Año Nuevo Andino Amazónico, el lunes 21, tendría razón de ser, pues la distinción entre el calendario litúrgico y el civil es uno de los más elementales rasgos que se espera de un Estado laico. Y eso vale tanto para la religión católica como para cualquier otra creencia o teogonía, por muy autóctona que pretenda ser.
En un Estado laico, las creencias religiosas no se mezclan con la vida civil y no hay atenuante que valga. Si no es eso lo que se desea, siempre está abierta la posibilidad de prescindir del laicismo a la hora de configurar el tipo de Estado que se pretende construir. Lo que no se puede hacer, sin incurrir en una impostura, es dar rango constitucional al laicismo y al mismo tiempo mantener los feriados religiosos, como el de hace 21 días, el de Corpus Christi y, peor aún, agregar otros, como el que se celebra hoy, dedicado a devociones andinas tan dignas de veneración como las provenientes de la tradición católica.
En el caso de Corpus Christi, se puede justificar la conservación del tradicional feriado, en aras del respeto de las creencias de gran parte de la población católica boliviana, haciendo un esfuerzo para relativizar el dogmatismo doctrinal. Si de eso se trata, bien harían las autoridades gubernamentales en armonizar su tan flexible práctica con una prédica que suele ser excesivamente adversa contra toda herencia colonial.
Si la tradición histórica puede servir para justificar la preservación del carácter festivo de Corpus Christi, el argumento resulta excesivamente forzado si se lo pretende aplicar para el feriado de hoy, pues no hay ningún antecedente histórico ni cultural que respalde el carácter ancestral que se le pretende dar al Año Nuevo Aymara.
De cualquier modo, y ahora que los feriados religiosos — los antiguos y los nuevos— se han consolidado en el calendario festivo nacional, sólo queda esperar que los elementos culturales que les dieron origen sirvan para seguir consolidando una identidad colectiva que hunda sus raíces tanto en la tradición colonial como en la precolombina, con sus respectivas religiosidades y símbolos.