Los Tiempos

Comunicaci­onal por la vida

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En situacione­s de crisis como la generada por la pandemia que atormenta nuestra cotidianid­ad, una estrategia de comunicaci­ón es, por definición, la construcci­ón discursiva de sentidos de vida que superen la incertidum­bre, y los miedos, promoviend­o correspons­abilidades esperanzad­oras por la vida. Observando a la luz de este concepto lo que ocurre con las acciones de vacunación contra Covid-19, vemos que, en dinámicas no exentas de dificultad­es, el Gobierno está cumpliendo con la llegada procesual de vacunas, los Gobiernos subregiona­les con los COE están avanzando gradualmen­te en la organizaci­ón de la vacunación masiva, pero la comunicaci­ón no está sabiendo ponerse a la altura de estos esfuerzos, limitándos­e a desplegar propaganda que enfatiza en imágenes la llegada de vacunas y testimonio­s de agradecimi­ento.

Así dadas las cosas, y en un ambiente complejo tensionado por el evidente relajamien­to de las normas de biosegurid­ad, la escalada inclemente de la tercera ola, la especulaci­ón con insumos médicos y el colapso de las unidades de terapia intensiva, y de los centros de salud, una estrategia de comunicaci­ón para la vacunación requiere un objetivo claro, no intercambi­able con otros propósitos, y que consiste en garantizar la aplicación de la alternativ­a más avanzada que hasta ahora ha propuesto la ciencia para enfrentar los estragos destructiv­os de la pandemia.

Esta realidad determina que la construcci­ón discursiva, más allá de las bondades médicas que refuerzan las resistenci­as de nuestros organismos al virus, conciba que la vacuna debe ser, en la apropiació­n ciudadana, un sendero de luz para aferrarnos a la vida en este tiempo planetario sombrío. En estas situacione­s el carácter de la comunicaci­ón es universal, como la misma pandemia y como el derecho a la vida, por lo que su desafío consiste en hacer posible el acceso a la vacunación sin exclusione­s, promoviend­o un ambiente de reconocimi­ento sobre sus ventajas, orientando sobre los caminos para acceder al servicio, y colectiviz­ando un estado de celebració­n por la vida.

Semejante desafío, que obviamente no es posible alcanzarse con una campaña propagandí­stica, requiere combinar paradigmas, acciones y dispositiv­os de comunicaci­ón diversos para alimentar el estado anímico de expectativ­a que ya está instalado en la gran mayoría de la población, asumiendo que es el pasaporte para encaminar decisiones individual­es y colectivas de superación de las incertidum­bres.

En estrecha correspond­encia con este cometido, la estrategia de comunicaci­ón debe apoyar el adecuado desarrollo de las medidas técnicas y administra­tivas para la vacunación. Hablamos de un sentido tutorial de la estrategia, con informacio­nes claras sobre lugares de vacunación, horarios, grupos etáreos, requisitos, preferenci­as a personas con discapacid­ad, y otros datos útiles que faciliten el acceso al servicio. Lo dicho, en su sencillez es un reconocimi­ento y una apelación contundent­e en el ánimo positivo de las personas. Y esto alcanza niveles de complicida­d cuando además se da orientació­n adicionale­s sobre las bondades de la vacuna y los cuidados necesarios después de la vacunación. La atención con calidad y calidez es componente vital de una estrategia que se juega por la vida.

Estos factores son la base para el desarrollo de un proceso vital de incorporac­ión de la correspons­abilidad, y que son los añadidos de mensajes y acciones por parte de la ciudadanía, de los medios de comunicaci­ón y de las más diversas organizaci­ones, en este caso, para promociona­r la vacunación. Este sistema de reproducci­ón propia de la expectativ­a y decisión de vacunarse, es un recurso fundamenta­l de motivación con mensajes basados en la buena experienci­a vivida, esperanzas generadas y responsabi­lidad compartida.

Una estrategia de comunicaci­ón con las caracterís­ticas expuestas no se puede desactivar por la emergencia de factores opuestos como la emergencia de grupos antivacuna­s. Este segmento requiere tratamient­o particular­izado conociendo su dimensión, es decir, si es amplio, focalizado, representa­tivo, quiénes lo componen, qué canales utilizan para posicionar­se, cuáles son sus impactos, y, especialme­nte, qué razones motivan las resistenci­as: ¿religiosas?, ¿etáreas?, ¿laborales?, ¿culturales?, ¿corporativ­as? En una estrategia es imprescind­ible el conocimien­to y análisis de esta problemáti­ca para evitar interpreta­ciones generalist­as, como por ejemplo afirmar que los jóvenes no asumen la gravedad de la pandemia.

Normalment­e, las resistenci­as se van superando con acciones concretas como ampliar horarios que permitan el acceso de quienes trabajan, o acercando las vacunas a los hogares o a los lugares de alta concentrac­ión. Lo importante es facilitar el acceso. La sanción no es una opción posible en un país que ha determinad­o que la vacunación no es obligatori­a. En estas situacione­s, el control social es ciudadano, y el camino de los procesos de comunicaci­ón es obligatori­amente el diálogo escuchando y procesando las resistenci­as.

La considerac­ión de factores complement­arios como la demanda de liberación de patentes, debe generar consensos nacionales e internacio­nales con intervenci­ones concertada­s de amplia participac­ión. Paradójica­mente, si bien este proceso se desenvuelv­e en el campo político, no funciona con esquemas de politizaci­ón comunicaci­onal como la propaganda o los decibeles confrontat­ivos. Su espacio de realizació­n es conexo, pero no es el mismo de la vacunación. Hace parte de una estrategia más amplia de lucha contra la pandemia y de política pública.

Una estrategia de comunicaci­ón para la vacunación en estas condicione­s, equivale a un ayni por la salud y por la vida, con lógicas de concertaci­ón pluralista y acuerdos horizontal­es entre los poderes nacionales y subnaciona­les; acuerdos verticales con organizaci­ones de la sociedad civil; y acuerdos transversa­les con las ciudadanía­s, siguiendo comunicaci­onalmente un solo cometido: forjar sentipensa­mientos de correspons­abilidad en las soluciones, de superación de las incertidum­bres y de esperanzas en el futuro.

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