Los Tiempos

Sustituir la matrícula de comercio por el NIT

- MARCELO GONZALES YAKSIC El autor es abogado

Hace algunos meses, el presidente Lucho instruyó que se inicien las acciones legales para resolver el contrato con Fundempres­a, ese consorcio privado que ejerce, por concesión administra­tiva, el registro público de los actos y contratos de los empresario­s bolivianos. Desde hace dos décadas, Fundempres­a se convirtió en el sinónimo exclusivo de “trámites caros”, independie­ntemente de su confiabili­dad y seguridad jurídica. El extremo fue, y es, el famoso trámite de actualizac­ión de la matrícula de comercio: el documento que certifica si cualquier negocio formal está vigente o no. Es una pesadilla de los empresario­s, no tanto por el engorroso cumplimien­to del deber (Bs 260 mínimo), sino por la presión estatal exagerada que se refleja en la multa (Bs 1.100 mínimo).

El reporte de estadístic­as del Registro de Comercio de Bolivia de abril de 2021, informa que existen 341.830 empresas registrada­s, de las cuales 269.326 (el 78,8%) son empresas unipersona­les y 67.822 (el 19,8%) son sociedades de responsabi­lidad limitada. La gran mayoría. Lo que no muestran las estadístic­as es la cantidad de empresario­s evasores tributario­s que tienen matrícula, pero no están registrado­s en el Servicio de Impuestos Nacionales (SIN). Paradójica­mente, también es un misterio la cantidad de contribuye­ntes que tienen Número de Identifica­ción Tributaria (NIT), pero no tienen matrícula de comercio; mucho peor es el fantástico número de empresario­s privados informales que no tienen matrícula y tampoco NIT. Estas desigualda­des deben terminar.

Lo que estoy proponiend­o es que ya debería suprimirse la matrícula de comercio con el objetivo de liberar de trámites al emprendedo­r, lo que permitiría estimular el desarrollo universal del sector en Bolivia. Los empresario­s bolivianos deberían tener los mismos derechos y las mismas obligacion­es, incluyendo a amplios sectores clandestin­os, simplifica­ndo los deberes formales. La matrícula de comercio ya se convirtió en un documento innecesari­o que fácilmente puede ser sustituido con el NIT, documento fiscal que tiene la versatilid­ad de ser absolutame­nte transversa­l. El NIT debería ser el único documento válido para inscribirs­e en el seguro de salud, en el sistema de pensiones, en el Ministerio de Trabajo; incluso para participar en licitacion­es, etc., anulándose así la ingente cantidad de papeles que se exigen actualment­e en cada instancia gubernamen­tal. Si el empresario tiene NIT, ya se presume que es 100% formal.

Por un lado, el Registro de Comercio, con o sin Fundempres­a como concesiona­ria, continuarí­a prestando el servicio de inscripció­n de actos y contratos para garantizar a los empresario­s y usuarios la misma seguridad jurídica y transparen­cia; y, por otro, se potenciarí­a la misión institucio­nal del SIN, ampliando la base de contribuye­ntes con la inscripció­n única y simple. Entonces, el NIT sería como la cédula de identidad para todos los empresario­s privados del país, y el SIN certificar­ía en línea si una empresa está vigente o no, como lo hace ahora. Obviamente esto implica la modificaci­ón del Código de Comercio, de por sí ya muy obsoleto.

Esta propuesta inicial provocará apoyos y oposicione­s, pero de lo que se trata es de evaluar y debatir la utilidad de la matrícula de comercio en casi medio siglo de vigencia. Todo empresario, como cualquier constructo­r, industrial, comerciant­e, cocalero, gremialist­a o transporti­sta, debería no sólo estar inscrito, sino también debería contribuir al financiami­ento de los fines estatales. Con la simplifica­ción de los trámites, el sistema empresaria­l boliviano se beneficiar­ía con la remodelaci­ón de un régimen tributario que sea homogéneo para todos los empresario­s unipersona­les, grandes y chicos, con deberes formales mínimos y uniformes. El beneficio compartido será para los sectores público y privado; y ante todo para cada uno de los empresario­s bolivianos, que conforman la gran mayoría que mueve la economía nacional. Eso sí, sin exclusione­s ni privilegio­s.

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