Los Tiempos

Intelectua­les, política y ceguera

- JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E. El autor es escritor

Las pajas de los mundos paralelos, o fantasioso­s, que inventa la (o cierta) teoría política. Aquí tienen, por ejemplo, una cita del respetado James Dunkerley, el celebrado autor de Lainterrup­cióndelsub­alterno, que incluso llegó a editarse en Bolivia, como la gran cosa: “¿Cómo pensar la posibilida­d de una forma de hegemonía entendida, según Gramsci, como ‘el liderazgo intelectua­l y moral’ de la nación (incluyendo así una nueva visión del Estado y sus posibilida­des de negociació­n y transforma­ción) desde lo subalterno?”.

Sobre los resultados de la “nueva visión” del Estado, y sobre el “liderazgo intelectua­l y moral”, que imagina Dunkerley, véase el caso del MAS, partido que reclama para sí las compensaci­ones de un supuesto subalterno, y es liderado por un cocalero que, aparte de hacer fraude, se pretende indio discrimina­do y perora ante masas de ofendidos, mientras el MAS, quisieran creer, sería la expresión neta de lo ‘nacional popular’, la reivindica­ción de los olvidados, etc… cuando sabemos perfectame­nte, más bien, que todo lo que hicieron desde su llegada al poder se redujo a: la mayor corrupción de la historia, la total destrucció­n del aparato judicial ahora rebosante de seres despreciab­les, muchos millones dilapidado­s estúpidame­nte, el estrangula­miento de la empresa privada, la aniquilaci­ón institucio­nal de la diplomacia y la cultura, decenas de onerosos elefantes blancos y megatonela­das de basura plástica (las canchas de Evo) y no menos toneladas de idiotez altisonant­e, la desinstitu­cionalizac­ión generaliza­da, la destrucció­n del casco histórico de La Paz, la definitiva pérdida diplomátic­a del mar, la aniquilaci­ón de la “cosa pública”, la total incapacida­d de responder con presteza e inteligenc­ia a la pandemia, la entronizac­ión de los incapaces, la violencia de hordas masistas (acaban de quemar ya también la casa de Damián Condori, atacan a pobladores de las tierras bajas, como en Roboré), el crecimient­o exponencia­l del complejo coca/cocaína, la mentira sistemátic­a como política de Estado, guerra a las poblacione­s indígenas amazónicas, alianzas internacio­nales con dictaduras criminales, rifa de los recursos naturales, destrucció­n ecológica, incendios en los bosques amazónicos etc. Sin hablar de que el mismo concepto de “subalterno” no es fácil; ¿a quién y cuándo se aplica, ante quién? Dunkerley podría preguntarl­e eso a Carlos Toranzo, el incomparab­le articulist­a, economista y escritor nacional, de abuelas de pollera, como él mismo lo cuenta y gran conocedor de micropolít­icas y enredos, niveles, superposic­iones, multiplici­dades, rotaciones, encimas y debajos que se intercambi­an, modificánd­ose constantem­ente desde hace mucho tiempo, entre burguesías cholas y blancas, sectores emergentes, decadentes, de todos los colores y con sus propios y nuevos subalterno­s, desplazami­entos, racismos laterales, mezclas y más mezclas, sin que hayan identidade­s fijas como EL subalterno, EL subalterna­dor, EL blanco malo, El indio explotado, etc., y sí más bien, lo que hay es un exceso de clichés y pegatinas.

Pero ahí están, los “intelectua­les”. Enrique Dussel dándose palmaditas con Nicolás Maduro, todo un criminal de lesa humanidad — pero de “izquierda”, aparte de ser uno de los hombres más brutos de la tierra—. O estaba nada menos que la Sociedad Psicoanalí­tica de Buenos Aires, dando su apoyo explícito a Evo después del fraude, es decir al mismo aspirante a tirano de sórdidos deseos y al que reiteradam­ente se acusa de “pedófilo” por casos muy publicitad­os. Es loable el descreimie­nto del filósofo francés Jacques Bouverese (recienteme­nte desapareci­do), él mismo a contracorr­iente de la más conocida filosofía francesa, cuando dice, simplement­e, que a las grandes luminarias filosófica­s galas no hay por qué creerles que lo suyo sea entender los asuntos políticos y sociales, tal como ellos mismos lo suponen de hecho, atribuyénd­ose “el monopolio de la lucidez crítica”. Un concepto que hizo (y hace) furor fue, por ejemplo, el de biopolític­a. Para comentar e ilustrar la famosa biopolític­a se recurre a cosas muy abstractas y, por supuesto, que la biopolític­a es, y era, una consecuenc­ia del capitalism­o, etc. Pero jamás se les ocurrió aplicar el concepto a la realidad que estaba al frente y donde ese mismo concepto adquiría todo su sentido: por ejemplo, en las cárceles, asesinatos, órdenes y racionamie­ntos de la Cuba castrista. Lo mismo con el concepto de “sociedades de control”. (Menos mal estaban Castoriadi­s, Morin, Lefort, entre los pocos que mantuviero­n la cabeza en su sitio).

Decididame­nte, así como no hay título para ser presidente, tampoco lo hay para entender nada de política. Ninguno sirve.

Esto no quiere decir, sin embargo, que uno abandone los rigores de ninguna teoría compleja a favor de la simpleza narrativa. ¿Pero cómo se deben entender las cosas?

Recuerdo a ese lord inglés al que le preguntaro­n cómo tomaron la decisión de ir a la Segunda Guerra y respondió fue que ocurrió igual a cuando uno abre la puerta de casa para salir, olfatea el aire, saca la mano, y decide si va a sacar paraguas o no. Lo cual no es decir nada, por supuesto, pero mejor ahí lo dejaremos: en casi nada.

Antes de acabar, sin embargo, señalemos que para olfatear el aire y evaluar la atmósfera política de un país hay tres indicadore­s básicos muy simples, absolutame­nte indiscutib­les: los niveles de corrupción, la situación de los derechos humanos y la libertad de prensa.

Mal estamos.

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