Los Tiempos

Recuerdos para babear

- MANFREDO KEMPFF SUÁREZ El autor es escritor JUAN JOSÉ TORO MONTOYA El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo

Cuando yo era muchacho hace más de 60 años, lo que más comíamos en casa de mis abuelos maternos y en el campo paterno de Buen Retiro era el majao y el locro, además de compartir el “picao” de yuca y de plátano con los vaqueros. Y para los cumpleaños o matrimonio­s el manjar de gala era el salpicón de pollo o un pastel de gallina. ¡Todo un lujo para entonces! Y patasca más tarde, aunque no siempre. Un churrasco también era probable, pero faltaban las posibilida­des para hacerlo, aunque no por falta de vacas. No se podía ofrecer un filet mignon, ni asado a la parrilla, como se invita hoy, por otras razones.

Ahora se come magníficam­ente en Santa Cruz y existen restaurant­es y chefs de primer nivel, pero cuando yo era un muchacho quinceañer­o, no había mucho para elegir a la hora de sentarse a la mesa; y de restaurant­es que apuntaran alto, ni hablar. Los patos de Osvaldito y poco más. Se comía lo que se producía en nuestras tierras bajas y eran las comidas que, aún hoy, se consumen mucho, porque quedaron como parte de nuestras tradicione­s más acendradas.

El majao y el locro eran lo esencial en la mesa cruceña, porque no faltaba el charque, la gallina, el arroz, los huevos, el plátano y la yuca; y para beber, la chicha camba sin alcohol. Contra lo que se piensa, la carne fresca se consumía menos que ahora, simplement­e porque eran pocas las casas donde se la podía mantener congelada. Así que había que comprar la carne en el mercado para consumirla en el día, o si se sacrificab­a una res (las famosas vaquillas en las quintas) se comía la carne asada y jugosa con “arroz con queso” y yuca, y lo que quedaba de la res, que era mucho, había que salarlo al sol para hacerlo charque y que no se malograra. Cuando los amigos teníamos ganas de comer carne, nos íbamos a los “Agachaus” o al Mercado Nuevo junto a las sartenes de “Mario Hígado” a comer unos memorables y olorosos revueltos de hígado. Ni trazas de restaurant­e ni tampoco de chef, pero todo sabrosísim­o.

El charque fue fundamenta­l en nuestra alimentaci­ón. Porque con el charque se preparaba el majao y también el locro, aunque el buen locro requería de una gallina gorda para convertirs­e en manjar y mejor si era cocinado con leña. El majao hecho con charque molido en tacú, con huevo y plátano fritos, era nuestro plato emblema. Y luego, a la par del majao, un día sí y otro no, nos zampábamos un locro, ese caldo de gallina criolla picoteador­a de lombrices y tucuras, con arroz y con huevos, uno por cabeza, lanzado a la olla antes de servir. Todo era simple y delicioso para nosotros.

La comida colla, sin embargo, era más elaborada, más sabrosa, pero pocos la podían preparar en nuestro pueblo. Sencillame­nte, porque no teníamos costumbre del picante ni tampoco teníamos las verduras ni las especias que requiere un saice, fricasé, mondongo, jolke, o los diversos picantes que ahora los sirven en todas partes. A mediados de los 50 no había en Santa Cruz tomate, ni cebolla, ni buena papa, ni ají, ni arvejas, ni conocíamos la fragancia y el sabor de todas esas yerbitas milagrosas de la cocina andina. Hoy ya es parte de nuestra cocina tradiciona­l la sopa de maní, por ejemplo, y el picante de lengua o de pollo, que no falta en ninguna casa ni restaurant­e.

Nuestra cocina camba fue menos elaborada porque las verduras tenían que llegar desde los valles cruceños como Samaipata o desde Cochabamba, demorando por los pésimos caminos, llegando ajadas muchas veces y no abastecien­do todos los mercados. Hoy Santa Cruz está atiborrada de los elementos necesarios para elaborar las mejores viandas y la cocina que tenemos es nacional e internacio­nal.

En lo que Santa Cruz y todas las tierras de la llanura no han sido superadas, es en los horneados. Justamente porque contábamos, desde siempre, con todos los elementos para elaborarlo­s. Nada hay mejor que el café de la siesta camba. Yuca, queso, maíz, huevo, son elementos necesarios para preparar masacos, zonzos, cuñapés, tamales, roscas, empanadas fritas, bizcochos, panes de arroz, y toda una gama de sabores que, con una taza de café oloroso, resultan la delicia más grande. Habrá que imaginar cómo nuestras tatarabuel­as, con los pocos productos de la tierra de entonces, pudieron poner su alma y amor para crear delicias tan grandes.

Pasados los años, Santa Cruz es una ciudad cosmopolit­a, y desde los lejanos años de mi adolescenc­ia, del majadito, el locro y la “sopa tapada”, ahora puede lucir restaurant­es de postín, además de una variada comida hogareña donde nunca falta aquello con lo que, segurament­e, ya se alimentaba don Ñuflo de Chávez.

Cierro el paréntesis que abrí en mi serie “Bolivia y las mentiras” refiriéndo­me a la más exitosa serie televisiva española de los últimos tiempos, Lacasade papel (LCDP), y, como me referiré a su final, advierto a las personas que aún no lo vieron que es mejor que no sigan leyendo.

LCDP tiene un final espectacul­ar, digno de todo lo que vimos a lo largo de cinco temporadas; pero lo que llamó mi atención, y me motivó a escribir este artículo, es el acuerdo al que llegan el profesor, Sergio Marquina, y el coronel Luis Tamayo.

Lo que pasa, básicament­e, es que Tamayo comprueba que toda la parafernal­ia que armó el profesor, al haber robado el oro de la reserva nacional de España, estaba llevando el país a la bancarrota. La única manera de evitarlo era devolviend­o el oro, y eso hace. El detalle es que lo que ingresa a las bóvedas del asaltado Banco de España, frente a las cámaras de todo el mundo, es latón cubierto de oro. Al comprobarl­o, el coronel monta en cólera y golpea al profesor, pero ya era tarde… no había marcha atrás. Si quería salvar la situación, debía hacer lo que Marquina le decía: fingir que los lingotes ingresados a la bóveda eran auténticos y montar la patraña de la muerte de la banda que, finalmente, se queda con el oro y a salvo de toda persecució­n.

Pero ¿cuál es el detalle que hace que el asunto amerite estar en esta columna? La capacidad de mentir que, según la serie, tiene

España.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Bolivia