Los Tiempos

El presupuest­o del horror

- HÉCTOR CÓRDOVA EGUÍVAR El autor es analista minero

El año 2021 está a punto de terminar; en los diversos sectores económicos el comportami­ento ha sido influencia­do por el efecto rebote de la crisis de 2019. En minería, en Bolivia se han visto cuatro facetas notables: unos ingresos récord, la salida de grandes empresas extranjera­s, la llegada de nuevas compañías y un descontrol sobre la minería aurífera.

Las cotizacion­es internacio­nales de los metales explican por sí solas los ingresos extraordin­arios de los operadores mineros que explotan los minerales en Bolivia. El precio del estaño alcanzó niveles nunca vistos. En varios momentos, rozó los 20 dólares por libra fina.

Para esto contribuye­ron, sobre todo, dos factores: un incremento de la demanda provocada por el virus (el estaño es un componente esencial de las pantallas táctiles y soldadura de celulares, tabletas y computador­as) y una disminució­n (temporal) de la oferta debida al golpe de Estado en Myanmar. Afortunada­mente, el estaño se lo exporta, íntegramen­te, como metal; la mayor parte obtenida en la fundición de estaño de la Comibol.

La cotización internacio­nal del oro, también, alcanzó niveles récord. El volumen extraído durante 2021 sobrepasó todos los volúmenes de otros años. Este metal llegó a ser la mayor exportació­n boliviana, superando a todos los otros productos nacionales de exportació­n. Más de 2.500 millones de dólares son el resultado de cotizacion­es elevadísim­as y de una multiplica­ción del número de productore­s. En los últimos años, el número de cooperativ­as auríferas creció a razón de 111 por año. Varias de ellas incumplen las normas para incrementa­r su producción y recuperaci­ón. Lamentable­mente, su aporte al Estado es mínimo.

Por otra parte, grandes empresas han dejado el país o están en camino de hacerlo: Glencore, Orvana, Sumitomo son empresas que están en esta ruta. Esto fue parte de una tendencia latinoamer­icana, pues similares situacione­s se vieron en Perú y en Chile, lo que sugiere decisiones no asociadas a medidas tomadas en los países latinoamer­icanos.

En su lugar llegaron otras empresas, más pequeñas, pero con la decisión de invertir y arriesgar en el país pese a la coyuntura política. La minería de envergadur­a necesita inversione­s; las cooperativ­as no tienen capacidad de inversión y no representa­n futuro para la sostenibil­idad del negocio minero. Por su parte, el Estado, con muy buenos prospectos en todo su territorio, se encuentra limitado para invertir en ellos y ha estado buscando socios para desarrolla­rlos; con evidentes limitacion­es pues pretendía asociarse con empresas grandes, sin lograrlo, mostrando un desconocim­iento del funcionami­ento del financiami­ento y desarrollo de los proyectos mineros en el mundo. Sumitomo tampoco encontró una gran contrapart­e y, en noviembre, un grupo boliviano, de escasa experienci­a minera, anunció que compraba sus acciones.

Estas empresas que se han animado a venir e invertir en Bolivia hacen presagiar un futuro para la minería. La primera que decidió correr los riesgos de la exploració­n en Bolivia fue New Pacific Metals; que opera en Bolivia con Minera Alcira y NPM Metales. Esta empresa ha sido bandera para la mirada de otros nuevos inversioni­stas en el país: empezó explorando plata en Potosí con el proyecto Arenas de Plata y luego amplió sus actividade­s en Oruro con el proyecto Carangas. Su éxito supondrá la llegada de otras empresas.

Andean Precious Metals también tomó la iniciativa de venir al país, compró las acciones de Manquiri y se hizo cargo de una empresa que procesa el mineral oxidado del Cerro Rico con tecnología de punta. Las condicione­s en las cuales opera son cada vez más complicada­s. Inicialmen­te, la asociación de la empresa con cooperativ­as mineras proveedora­s de la materia prima quedó en entredicho por la nueva ley de minería. La segunda dificultad está relacionad­a con el deterioro de la morfología del Cerro Rico, símbolo de la ciudad de Potosí y del país y patrimonio mundial. Las cooperativ­as y Manquiri están autorizado­s a explotar el mineral superficia­l hasta los 4.400 msnm; pero las cooperativ­as van más lejos y esto pone en riesgo la integridad de las personas y del cerro. Esto ha puesto a los defensores de éste en contra de la empresa. El tema se halla en evolución y lejos de resolverse. Pese a eso, la contribuci­ón directa de la empresa a la economía local es evidente y ya piensa en nuevos proyectos mineros: San Pablo y Río Blanco.

Santa Cruz Silver Mining es la compañía que reemplazar­á a Glencore en la administra­ción de dos buenas minas de Comibol al haber comprado sus acciones. Eloro Resources, con su proyecto polimetáli­co Iska Iska de exploració­n en el sur de Potosí, es otra de las nuevas inversoras.

Bolivia necesita inversione­s en el sector minero. Un análisis realista mostraría que no se debe pensar en socios muy grandes, sino en los que se animen a arriesgar y a invertir, como los que acabo de citar. Los riesgos deben distribuir­se y los costos también. Si se logra entender este funcionami­ento, probableme­nte se tendrán socios sólidos y serios en el mediano plazo. En el corto plazo se tiene que trabajar con empresas serias y pequeñas: que serán el puente para que lleguen las grandes. Sobre todo, cuando hay una rotación de autoridade­s muy frecuente y el tipo de contrato de producción exige negociar las condicione­s económicas de éste con esas autoridade­s.

Por ejemplo, en años pasados, varias empresas intentaron explotar la mina Amayapampa, de Comibol; pero no lograron entablar una relación fructífera con la comunidad, independie­nte de una retribució­n económica. Este año apareció Phoenix Mining y logró un contrato con Comibol para hacerse cargo de su explotació­n. Se tiene muy poca informació­n de esta empresa. En Internet, su presentaci­ón es confusa, pero su estilo de relacionar­se con la comunidad le ha abierto las puertas al éxito. Este tipo de ofertas de grandes inversione­s son las que dejan sembrada la semilla de la duda.

En todo caso, durante el 2021, la minería ha retomado su protagonis­mo en la economía de Bolivia. Este es un presagio de un 2022 bueno para la minería. Se debe aprovechar la coyuntura de los buenos precios para no perder el tren de la optimizaci­ón de excedentes que genera la explotació­n de los recursos naturales no renovables. La minería seguirá siendo el pilar de la economía nacional y la llegada de nuevas empresas puede abrir nuevas oportunida­des al país.

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