Los Tiempos

Prohibido las fiestas, no las concentrac­iones

- LORENA AMURRIO MONTES La autora es comunicado­ra social

Bolivia se encuentra en la cuarta ola de la pandemia de Covid-19, indican las autoridade­s y medios de comunicaci­ón. En efecto, las cifras superaron los umbrales de seguridad y comenzaron a salir las autoridade­s a dar recomendac­iones hipócritas y lejos del cumplimien­to. Su mirada está puesta en esa “juventud desenfrena­da” que se va de fiesta. Y se hace la vista gorda de las aglomeraci­ones políticas.

Desde el inicio de la pandemia, Santa Cruz es el departamen­to con más casos registrado­s, claro que también es el que tiene más población de todo el país. Sin embargo, eso no quita el dolor que representó para cientos de familias perder a sus seres queridos o gastar cuantiosos recursos para recuperar la salud.

Como si la memoria fuera tan frágil, hace unas semanas decidieron poner la política delante de la salud. Independie­ntemente de si el pedido era legítimo o no, resultaba preocupant­e ver en la televisión esos cabildos multitudin­arios que congregaro­n a gente de toda edad y muchos de ellos sin absolutame­nte ninguna medida de biosegurid­ad. No quise ser ave de malagüero, pero no pude evitar decir en voz alta en mi casa: “seguro que en unas semanas la Covid se dispara en Santa Cruz”.

Y así es, los casos están aumentando y las autoridade­s salieron a la palestra a prohibir encuentros y fiestas de fin de año. Pero ¿ por qué no impidieron esas concentrac­iones? No está mal pensar en medidas, pero éstas carecen de legitimida­d si luego se tienen estos actos contradict­orios.

Y el otro bando no se queda atrás. Con mucha tristeza vi la marcha encabezada por autoridade­s oficialist­as sin hacer ninguna alusión al cuidado de la salud. Es más, con orgullo decían que eran cientos de miles de personas, pero ¿cuántos tenían puesto un barbijo?

Esperemos que los casos no comiencen a dispararse en una semana en La Paz o peor aún, que los oculten y eviten atención médica por negar que se trata de Covid. Esa omisión podría costarles la vida.

No se quedan atrás el comercio ni el transporte. Y mucho menos las fantástica­s luces navideñas instaladas en todas las ciudades y que congregan a cientos de familias con sus niños pequeños. ¿De qué sirve cuidarlos sin mandarlos al colegio, si luego van a este tipo de concentrac­iones de gente?

Es toda una constante hipocresía, pero cuando las ilustres autoridade­s (nótese el sarcasmo, por si no se entiende) se reúnen a tratar las medidas, resulta que sólo apuntan a las actividade­s nocturnas y se hacen la vista gorda de las otras previament­e mencionada­s.

Como escuché en una fiesta, “¿por qué tengo que dejar de hacer mi fiesta, si luego van a marchar y a aglomerars­e en los trufis?” Una postura difícil de refutar y es que las autoridade­s perdieron toda credibilid­ad en el tema de lucha contra la pandemia.

La realidad es que lo más sano es que cada uno se cuide y cuide a los suyos. Crea o no en esta enfermedad, por empatía y fraternida­d, simplement­e no se exponga.

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