Los Tiempos

De Nicaragua a Bolivia

- MAGGY TALAVERA La autora es periodista, www.maggytalav­era.com

Las dos medidas urgentes y los tres mandatos delineados para una de ellas en la última resolución aprobada por el Consejo Permanente de la OEA en relación con Nicaragua, a la que reclama por el incumplimi­ento de compromiso­s asumidos en la Carta Democrátic­a Interameri­cana, muy bien podrían ser aplicados también hoy a Bolivia.

Para quienes crean que afirmar esto es una exageració­n, argumentan­do que Bolivia está lejos de la dolorosa realidad que viven hoy los nicaragüen­ses bajo el régimen de Ortega, doy solo una sugerencia: revisen la ruta seguida por ese régimen para avanzar en su proyecto de poder total, vean los pasos, y luego compárenlo­s con la ruta y trancos que sigue y da el gobierno boliviano.

Pero vamos al detalle de la resolución aprobada por la OEA en su Consejo del miércoles pasado. Las dos medidas urgentes son: libertad inmediata de los presos políticos y abrir el país a una misión diplomátic­a de la OEA, para que cumpla tres mandatos. El primero, una reforma electoral integral; el segundo, la revocación de todas las leyes que restringen la participac­ión política y limitan los derechos humanos; y el tercero, abrir un diálogo con todos los partidos políticos y actores para convocar a elecciones generales “tempranas, libres, imparciale­s y transparen­tes, con observació­n internacio­nal”.

¿ Acaso no es similar a la agenda que se demanda ahora en Bolivia? Libertad de todos los presos políticos (a lo que habrá que añadir el cese de la persecució­n política- judicial, cada vez más violenta, como lo acabamos de ver el jueves pasado en Potosí, con la detención del exlíder cívico Marco Pumari); auditoría y reforma electoral integral; anulación de lo que se ha dado en calificar “paquetazo de leyes” impulsadas por el MAS, que apuntan al control de la sociedad y a la restricció­n de las libertades democrátic­as; y, por último, abrir un diálogo honesto y amplio con todos los actores políticos y líderes de la sociedad civil.

Tal vez las dos grandes diferencia­s entre la realidad nicaragüen­se y la boliviana están, una de ellas en los tiempos de esa hoja de ruta y en los tramos consolidad­os, y la otra en uno de los puntos centrales como agenda principal.

En lo que respecta a esto último: mientras que en el caso de Nicaragua queda clarísimo que la reforma integral electoral es prioridad máxima, en el nuestro aún andamos confundido­s en las prioridade­s y nos hemos dejado llevar por la reiterada promesa oficial de reforma judicial, cuando deberíamos concentrar todos nuestros esfuerzos en lograr primero una urgente reforma del sistema electoral.

Sin un sistema electoral transparen­te y justo que nos garantice no solo el ejercicio pleno de uno de nuestros derechos ciudadanos fundamenta­les (elegir a nuestras autoridade­s y representa­ntes en los diferentes niveles de gobierno), sino también el respeto a cada una de las voluntades expresadas en las urnas ( ya vimos lo que sucedió con el referéndum del 21 de febrero de 2016), no habrá democracia real, ni reforma posible en la justicia.

Ya nos lo ha dejado clarísimo la exvocal del Tribunal Supremo Electoral, Rosario Baptista, en más de una carta pública. ¿Qué estamos esperando para darle prioridad a este tema?

Vuelvo a las diferencia­s entre Nicaragua y Bolivia, para remarcar la primera: la del tiempo. En el caso de Nicaragua, la intervenci­ón de la OEA y las preocupaci­ones expresadas en los últimos tiempos por varios gobiernos democrátic­os y otros organismos internacio­nales se han presentado a destiempo, por decirlo de alguna manera. La comunidad internacio­nal, en su mayoría, demoró mucho para observar y censurar lo que estaba ocurriendo bajo el régimen de Ortega, pese a los antecedent­es ya vistos en Venezuela.

En el caso de Bolivia, donde aún estamos a tiempo de no caer en el extremo de Nicaragua, pero vamos contra reloj, ¿qué es lo que está esperando esa comunidad internacio­nal para advertir y actuar a tiempo, antes que dejar pasar y llegar solo a los lamentos?

Lo que se ve hasta ahora es que, en su mayoría, los organismos internacio­nales están con una posición muy condescend­iente frente a los excesos que está cometiendo el gobierno boliviano, emulando y siguiendo la guía de acción ya aplicada por su antecesor Morales.

Lo mismo puede decirse de muchos sectores de la sociedad boliviana, entre estos los de los gremios sindicales, profesiona­les y empresaria­les, así como los de la clase política. Ahí están los acuerdos recientes logrados por el gobierno central con algunos gobernador­es y alcaldes, así como con varias universida­des públicas, para imponer su Ley 1407, calificada de recentrali­zadora y violatoria de las competenci­as de las entidades autónomas.

Así logró avanzar Ortega en Nicaragua. Con acuerdos que luego no cumplió y, peor aún, persiguien­do y encarcelan­do a quienes habían aceptado transar con su régimen, como les está tocando padecer ahora no solo a opositores políticos, sino también a empresario­s.

Es la misma hoja de ruta que está siguiendo el gobierno boliviano, favorecido por la desidia de unos, la desintegra­ción de las fuerzas opositoras y el oportunism­o de otros.

Tres males que están afectando no solo a Nicaragua o a Bolivia, sino a las democracia­s de la región “que están pasando muy mal momento, tal vez el peor en los últimos 30 años”, como lo ha dicho recién José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch.

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