Los Tiempos

El control presupuest­ario

- WILLIAM HERRERA ÁÑEZ El autor es jurista y ha escrito varios libros

El Presupuest­o General del Estado, gestión 2022, tenía que ser motivo de un gran debate en la Asamblea Legislativ­a para conocer, con la mayor aproximaci­ón posible, cuáles son los ingresos que tiene previstos el Gobierno, los gastos, las proyeccion­es, la salud de la economía, entre otras particular­idades. Este instrument­o gubernamen­tal permite conocer, también, las inversione­s estatales, el crecimient­o y comportami­ento proyectado, el fantasma del déficit, la estabilida­d económica, etc.

Se trata del plan anual de gestión y administra­ción de ingresos y gastos públicos, que proyecta el Ejecutivo y aprueba el Legislativ­o. Y si bien el control presupuest­ario no supone la otrora batalla de las batallas antes de fin de año, para evitar poner en riesgo la maquinaria estatal se ha simplifica­do el procedimie­nto de modo que, recibido el proyecto de ley, debe ser considerad­o en la Asamblea Legislativ­a dentro del término de sesenta días y, en caso de no ser aprobado dentro de este plazo, el proyecto se declara aprobado (Art. 158.11 CPE).

El Presupuest­o encarna un sistema de control de los ingresos y gastos públicos, cuya elaboració­n y ejecución monopoliza el Gobierno y cuyo control y fiscalizac­ión correspond­e a la Asamblea Legislativ­a. Tiene una relevancia política obvia porque permite conocer cuál será la proyección y priorizaci­ón de las políticas públicas. Está fuera de toda duda la vital importanci­a de la política económica, pues a través de ella se puede llegar a incidir sobre todas las esferas de la vida social, y es obvio que toda política económica requiere de medios y recursos económico-financiero­s para poder cumplir las promesas electorale­s.

El proyecto presupuest­ario contiene un determinad­o plan de acción gubernamen­tal para un concreto período de tiempo. Y es el instrument­o perfecto que tiene el Gobierno para concentrar (o democratiz­ar) el poder político y económico, máxime cuando administra y dispone más del 80 por ciento del total de los ingresos programado­s y el saldo se distribuye entre unas 360 institucio­nes autónomas ( gobernacio­nes, alcaldías municipale­s, universida­des públicas, comunidade­s indígenas). Es totalmente centralist­a en lo referente a la distribuci­ón de los fondos porque la parte del león (la más grande) se queda con el gobierno central y sólo una pequeña parte va a las regiones y universida­des.

Es una ley que tiene notables singularid­ades tanto en su tramitació­n como en su contenido. La iniciativa correspond­e sólo al Gobierno, por lo que no rige, respecto de esta norma, la iniciativa legislativ­a parlamenta­ria. No puede crear tributos, aunque puede modificarl­os cuando una ley tributaria sustantiva así lo prevea. En cuanto a la duración, la ley de Presupuest­o tiene limitada su eficacia al período de un año.

En el plano operativo el proyectado presupuest­o 2022 planea gastar, según el economista Antonio Saravia, 235.090 millones de bolivianos, que representa­n el 90 por ciento de nuestro producto interno bruto (PIB). Es decir, un monto equivalent­e a casi toda la producción nacional de este año. Tener un gobierno tan grande produce al menos tres problemas fundamenta­les. El primero es que toda esa plata tiene que salir de algún lado y por tanto aumentará el déficit. Venimos de ocho años de déficits fiscales consecutiv­os a un promedio de 7,8 por ciento del PIB y el 2022 no será la excepción. El segundo problema es que genera una burocracia también enorme y un calvario de trámites con los que se sigue torturando a los agentes privados. El tercer problema es que un gobierno enorme tiene una influencia también enorme sobre la economía.

El Presupuest­o asume que nuestro producto interno crecerá en 2022 a una tasa de 5,1 por ciento cuando los organismos internacio­nales como la Cepal o el Banco Mundial esperan sólo una tasa de 3,5 por ciento. Con esta proyección el Gobierno decide qué hacemos y cómo administra­mos nuestros recursos económicos, cada vez más exiguos no sólo por los efectos perversos de la pandemia sino también por la baja sistemátic­a de las exportacio­nes de nuestras materias primas.

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