En La Habana
Tuvo lugar en la capital cubana la vigésima Cumbre de la ALBA TCP. Se trata de un esfuerzo de integración iniciado por los entonces presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez.
Tras 17 años de aquel abrazo inicial, este cónclave presencial fue un encuentro bizarro.
El acto de clausura se concentró solamente en l a relación Cuba- Venezuela. Bolivia y Nicaragua completan el cuarteto, pero son claramente los convidados de segunda. En un tercer rango están los seis miembros caribeños: su importancia es minúscula.
Coordina la pálida constelación el boliviano Sacha Llorenti, a quien le dieron un cargo diplomático de consuelo.
Escuchar con atención los discursos de los participantes fue un verdadero acto de estoicismo. Dos l í deres decrépitos Ralph Gonsalves, de San Vicente y Granadinas, y Daniel Ortega, de Nicaragua, rompieron todos los récords del azoro y del aburrimiento. A momentos no se sabía si aquellos eran discursos o una colección interminable de recuerdos dispersos. Diaz Cannel y Maduro repitieron arengas de la Guerra
Fría y Luis Arce intentó ser propositivo con lo cual terminó siendo el más juvenil de los líderes del socialismo del siglo XXI.
Se abre una gran interrogante inmediata: ¿ ingresará Honduras a la ALBA tras la victoria electoral del partido de Manuel Zelaya?, ¿ podría ocurrir lo mismo con Colombia si Gustavo Petro gana las siguientes elecciones?
Si ninguna de las dos cosas ocurre, quedará claro que la ALBA seguirá siendo solo un espacio caro para organizar horas cívicas.