Envenenarse con la prensa
Cuenta Gustav Janouch, quien fue el joven confidente de Kafka, sobre la relación de éste con los periódicos, de los que f recuentemente Janouch veía algunos en su escritorio, inclusive ejemplares en francés y checo. Y sin embargo, Kafka le dijo de la prensa: “Es como fumar; uno tiene que pagar el precio al kioskero, por el placer de envenenarse a sí mismo.” Y no olvidemos que Kafka dijo eso hace ya casi un siglo, cuando los periódicos serían inclusive candorosos comparados con la furiosa actualidad periodística, sin hablar de fenómenos que ya le parecerían diabólicamente extremos, como Facebook.
En algunos países, como éste en su decidido proceso de retroceso en todos los órdenes, asomarse cada día a los periódicos, a las noticias, es asomarse a un abismo. No hay día que no traiga su despropósito mayúsculo, sus malas noticias, tanto macabras como profundamente ridículas.
Sin embargo, cuanto peor se pone la cosa, tanto más uno se “envicia” con “el placer de envenenarse a sí mismo” y no hay vuelta: nadie podría desentenderse de una realidad que quema y va para tan mal.
Es realmente todo un espectáculo, de l os más desagradables, ver cómo se va destruyendo un país a f uerza de una estupidez mayúscula y blindada contra cualquier razonamiento.
La enumeración de desastres sería demasiado larga. Y también hay que cuidarse de otro “veneno”, como Kafka, lector de periódicos, llamaba a los mismos periódicos: el veneno, también, de ponerse a opinar y comentar de todos los desastres que día a día se acumulan. Encontrar el justo medio… Ya quisiera uno hallarlo, pero es lo más esquivo que hay. Y uno seguirá nomás envenenándose…