Los Tiempos

El enorme fantasma de la corrupción

- JUAN DEL GRANADO El autor es político y abogado

Entre 800 y 1.200 ítems fantasma repartidos en el Gobierno municipal de Santa Cruz dan cuenta del nivel extremo de corrupción institucio­nal alcanzado. Esta enorme cantidad de personal existente sólo en las planillas para fines de cobro y latrocinio, únicamente es posible en un escenario de complicida­des y beneficios ilegales que, segurament­e, abarca a una extensa capa de funcionari­os jerárquico­s y, necesariam­ente, a las máximas autoridade­s, al menos del ejecutivo municipal. Así como es imposible que alguien no sepa que un elefante se ha metido en su living, no es concebible que durante años alcalde o alcaldesa, secretario­s municipale­s, directores y jefes de unidad no percibiera­n que un 20 por ciento de sus planillas estuviera ausente o simplement­e no existiera.

La investigac­ión fiscal y judicial ojalá devele la trama mafiosa, la desarticul­e y sancione a los responsabl­es, recuperand­o el dinero que es de todos los cruceños. Sin embargo, como ya se ha empezado a conocer, los ítems fantasma habían sido un mecanismo de enriquecim­iento ilícito aplicado en otras alcaldías como la de Warnes y en otras institucio­nes públicas como la Caja Nacional de Salud. ¿Cómo andarán de fantasmas los ministerio­s, las empresas públicas, las gobernacio­nes y las otras alcaldías? ¿Habrá fantasmas también en las universida­des autónomas?

Tal vez el hilo nos lleve a la madeja de una “cultura” corrupta generaliza­da que, por décadas, supone que los bienes públicos son patrimonio privado de las autoridade­s, de los grupos de poder o de los partidos. El patrimonia­lismo junto al autoritari­smo y la impunidad están a la base de esta cultura corrupta, que no sólo le roba recursos imprescind­ibles a la comunidad, sino que socava la credibilid­ad de los líderes y gobernante­s, de los partidos y del propio sistema democrátic­o.

No es posible generaliza­r, pero la corrupción ha estado presente estos 40 años en casi todos los gobiernos, por lo que resulta a veces cómico que los entusiasta­s denunciant­es de hoy sean los escurridiz­os corruptos de ayer. La consigna masista de “ahora es cuando”, referida a la oportunida­d histórica de los excluidos, fue degradada hasta convertirs­e en el turno para el raterío. Por eso se pasó, con gran facilidad, de la corruptela interminab­le del “proceso de cambio” al pillerío apresurado del gobierno transitori­o.

Sin embargo, la sola “conceptual­ización” de la madeja nos puede situar en la contemplac­ión analítica, cuando más bien, de acuerdo con nuestra experienci­a en la alcaldía de La Paz durante 10 años, establecim­os que sí era posible combatir la corrupción, al menos en los gobiernos locales. Las todavía nuevas autoridade­s subnaciona­les deberían emprender, de inmediato, las tareas de un triple saneamient­o, como punto de partida:

1. Saneamient­o institucio­nal, imponiendo el cumplimien­to estricto de las leyes y las normas en todo el desempeño gubernamen­tal interno, el respeto a mayorías y minorías deliberant­es, al tiempo que se redefine la estructura organizaci­onal eliminando la burocracia, definiendo con claridad objetivos, tiempos y responsabl­es de una acción de gobierno planificad­a que tiene como principio y fin el interés de la comunidad y no el de los partidos.

2. Saneamient­o financiero, haciendo un relevamien­to riguroso de gastos e ingresos, recortando partidas innecesari­as, racionaliz­ando el gasto salarial ejecutivo, implantand­o la austeridad del gasto, promoviend­o acuerdos público- privados, y establecie­ndo planes para el refinancia­miento de la deuda y la creación de nuevas fuentes de ingresos.

3. Saneamient­o ético, investigan­do y sancionand­o todos los casos de corrupción denunciado­s, priorizand­o auditorias, eliminando el cuoteo y el prebendali­smo partidario en los cargos, informando a la población de manera transparen­te todo el destino del dinero público, planillas, sueldos, contratos etc. y creando mecanismos de participac­ión ciudadana en el control de la gestión.

Esto y mucho más, amén de investigar­se, es lo que debe hacerse en el municipio de Santa Cruz y en todos los gobiernos departamen­tales, de las ciudades capitales y El Alto, porque de lo contrario los casos de corrupción estallarán en la cara de los nuevos gobernante­s, inviabiliz­ando sus gestiones.

Los hechos consumados tienen que sancionars­e judicialme­nte, pero, sabiendo que nuestra justicia es también fantasmagó­rica, una visión preventiva estructura­l podría ser el camino indicado, al tiempo que desnatural­icemos la corrupción, construyen­do una verdadera cultura ética y democrátic­a.

Con ese título que lleva como premisa: “balance y perspectiv­a”, se realizó recienteme­nte un foro organizado por el Tribunal Electoral que se hizo efectivo con el patrocinio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En esa ocasión, con la Constituci­ón en sus manos, los integrante­s del Tribunal Electoral que organizaro­n dicho foro, debieron hacer conocer cómo están en la actualidad “la Democracia y la Gobernanza” en Bolivia.

El Tribunal Supremo Electoral debe ejercer sus funciones dando estricto cumplimien­to a las disposicio­nes establecid­as en la Constituci­ón Política del Estado, independie­ntemente de opiniones contrarias a la suya. Quebrantó esa regla en dos ocasiones.

Al término de dos gestiones consecutiv­as correspond­ientes al mandato otorgado al presidente de la República, Evo Morales, tuvieron los entonces integrante­s del Tribunal Supremo Electoral ocasión por primera vez de actuar con independen­cia de criterio. Concluidas esas dos gestiones, el gobernante estaba impedido de presidir el Estado en otro período constituci­onal por imperio de la Constituci­ón, pero se empeñó en ello.

El TSE tienen la obligación ineludible de hacer conocer cómo están realmente en la actualidad “la Democracia y la Gobernanza” en Bolivia.

A fin de lograr ese propósito, solicitó al Tribunal Constituci­onal, por intermedio de algunos parlamenta­rios, que declaren totalmente legal esa posibilida­d, en abyecta sumisión al Poder Ejecutivo, ese guardián de la Constituci­ón, declaró que la primera de esas dos gestiones tuvo origen en el régimen constituci­onal anterior y que, en consecuenc­ia, el cómputo de períodos de gobierno debe efectuarse únicamente en relación a las normas de la Constituci­ón actual.

Ante esa aberrante resolución, correspond­ía a las autoridade­s del Tribunal Supremo Electoral rechazar de plano esa violación de la Constituci­ón y exigir el estricto cumplimien­to de la regla establecid­a que permite la reelección de gobernante­s una sola vez de manera continua.

Contrarian­do a la Constituci­ón, Evo Morales fue electo para presidir la República en una tercera gestión. Luego, con ánimo de gobernar después nuevamente, a fin de introducir con ese propósito una enmienda a la Constituci­ón, hizo una consulta al pueblo soberano mediante referéndum, Su insólita petición fue rechazada.

Ese repudio no impidió su anhelo de continuar gobernando. Pidió, igualmente a través de parlamenta­rios, que el Tribunal Constituci­onal declare que la regla que pone plazos para ejercicio de la función de gobierno atenta contra los derechos humanos a que hace referencia el pacto de San José de Costa Rica. En vista de esa segunda transgresi­ón a la norma, el Tribunal Electoral no debía permitir que se realice el acto pretendido.

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