Aumenta el pulso entre Rusia y la OTAN a causa de Ucrania
Las autoridades de Moscú y Kiev libran desde hace siete años una pugna que ha causado ya 13.000 fallecidos y posee un gran potencial desestabilizador
Las tensiones entre Rusia y Ucrania van en aumento y, con ellas, la inquietud de Estados Unidos, la Unión Europea y todo Occidente.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha advertido que su país no aceptará que Moscú cruce la “línea roja” a medida que acrecientan los temores de que el Kremlin esté planeando una inminente invasión a Ucrania.
El ministro de Defensa de Ucrania, Oleksiy Reznikov, señaló días atrás que habrá una “masacre realmente sangrienta” si Rusia decide invadir Ucrania. Asimismo, advirtió que “los rusos también volverán en ataúdes”, en medio de una mayor alarma sobre los movimientos de tropas en la frontera de ambas naciones.
El Kremlin niega estar proyectando un ataque y arguye que el apoyo de la OTAN a Ucrania establece una amenaza creciente en el flanco occidental de Rusia.
Estados Unidos y la OTAN calificaron en las últimas semanas de “inusuales” las acciones y agrupación de tropas en Ucrania y sus entornos.
Ucrania asegura que Rusia ha subido el número de soldados junto a la frontera y advirtió que existen unas 120 mil personas, tomando en cuenta a personal adicional del ejército, la fuerza aérea y la marina.
Diversas bases militares rusas se encuentran al oeste del extenso país, desde donde es más probable que proceda cualquier amenaza contra Rusia. El Ministerio de Defensa de Rusia dijo a principios de este mes que habían emprendido ejercicios militares de invierno regulares en su región meridional, parte de la cual limita con Ucrania. En los ejercicios participan más de 10 mil soldados, según el Ministerio.
Origen del conflicto
Las tensiones entre Ucrania y Rusia, añejos estados soviéticos, se intensificaron a finales de 2013 por un histórico pacto político y comercial con la Unión Europea. Después de que el entonces presidente prorruso, Víktor Yanukóvich, suspendiera las conversaciones -al parecer por presión de Moscú-, durante semanas estallaron protestas violentas en Kiev.
Acto seguido, en marzo de 2014, Rusia se adhirió a Crimea, una península independiente en el sur de Ucrania con enérgicas probidades rusas, con el pretexto de que estaba preservando sus intereses y los de los ciudadanos de habla rusa. En ese contexto, miles de tropas rusas, denominadas “hombrecillos verdes”, y consecutivamente reconocidas por Moscú como sus ejércitos, se lanzaron a la península de Crimea. A los pocos días, Rusia completó su anexión en un referéndum que fue tachado de ilegítimo por Ucrania y la mayor parte del mundo.
Poco después, los separatistas prorrusos de las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk declararon su independencia de Kiev, lo que originó meses de intensos combates. A pesar de que Kiev y Moscú rubricaron un acuerdo de paz en Minsk en 2015, con la mediación de Francia y Alemania, se han originado reiteradas transgresiones al alto el fuego
Según las últimas cifras de la ONU, se produjeron más de 3.000 muertes de civiles relacionadas con el conflicto en el este de Ucrania desde marzo de 2014.
La Unión Europea y Estados Unidos aplicaron una sucesión de medidas en réplica a las operaciones de Rusia en Crimea y el este de Ucrania, incluidas sanciones económicas destinadas a personas, entidades y sectores determinados de la economía rusa.
El Kremlin acusa a Ucrania de avivar las tensiones en el este del país y de violar el acuerdo de alto el fuego de Minsk.
El Kremlin ha negado en frecuentes ocasiones que Rusia proyecte irrumpir Ucrania, insistiendo en que ese país no constituye una intimidación para nadie y que el despliegue de tropas por su concerniente demarcación no debería ser motivo de alarma.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, solicitó pactos lícitos concretos que aíslen cualquier otra expansión de la OTAN hacia el este, hacia las fronteras de Rusia, señalando que Occidente no honró sus anteriores garantías ofrecidas.