Educación: otro año perdido
Aestas alturas del año, los distintos centros educativos del país han concluido sus labores curriculares y administrativas, dejando un triste sabor a poco y más incógnitas que certezas con respecto al futuro de la formación de nuestros niños y jóvenes.
Además de haber perdido el 2020, los sistemas educativos del mundo han perdido el 2021. Este es, en pocas palabras, el resumen del informe de Unicef en torno a la educación en el planeta. Relativamente pocos países han logrado un desempeño decoroso en esta gestión.
Las predicciones en 2020 eran muy sombrías para la economía en 2021, y más optimistas para la educación. Sin embargo, las cosas se invirtieron: aunque no se ha retornado a los niveles económicos prepandemia, los avances son mejores que lo esperado; pero en educación el panorama se ve más crítico: se estima que en siete u ocho años se podrá recuperar el tiempo perdido en este bienio. Evidentemente, serán los países pobres los que demoren más en la tarea de volver a los niveles de aprendizaje anteriores y, más aún si los gestores del sistema no poseen la visión adecuada para lograr el objetivo.
Unicef sugiere varios tipos de acciones para encaminar la recuperación del tiempo perdido. Cito sólo las más destacadas: medidas sanitarias amplias, adecuadas y oportunas, coordinación eficiente entre los agentes educativos y los vinculados indirectamente con la educación, y una inversión que supere con creces la dotación económica que se tenía antes de la pandemia.
En Bolivia habría que añadir: reducción, y si es posible, eliminación, del pernicioso carnaval político en el Ministerio de área y en el magisterio. Para lograr este propósito, se necesita visión educativa, liderazgo y decisión política en las más altas esferas ( léase presidencia del Estado) ¿Las ha manifestado el presidente?
Pero volvamos a los tres temas anteriores. En materia de salud, no cabe duda que los elementos secundarios (pediluvios de dudosa utilidad, rociado con alcohol que se evapora y uso de barbijos —estos sí, verdaderamente útiles—) están casi garantizados en la mayoría de las escuelas. Sin embargo, la vacunación infantil es aún incipiente cuantitativamente si se la compara con los países vecinos, y cualitativamente arroja dudas si se analiza aún más la pertinencia del uso en niños de vacunas destinadas a adultos, como es el caso de nuestro país.
En lo relativo a la coordinación para tomar medidas curriculares importantes, aún se aguarda la iniciativa del Ministerio para convocar a los actores técnicos ( no partidarios) a establecer encuentros para dilucidar distintas temáticas específicas en torno a lo que debe ser el proceso de enseñanza-aprendizaje. Y no se puede repetir, bajo ningún concepto, eventos como el organizado por el anterior ministro, para dar inicio a la gestión 2021, en el que se hizo un show de movimientos sociales para ratificar únicamente lo que el ministro ya tenía decidido junto a sus camaradas. Se debe trabajar con criterio técnico. De lo contrario, lo mejor es ahorrar esa plata para fines más nobles y útiles.
El tercer tema, el más triste, es el de la inversión. En 2021 se estableció para educación un 11% del Presupuesto General del Estado. Para 2022 esa asignación es del 10,8%. En lugar de crecer, se ha reducido. Y aquí, a la hora de poner los billetes, es donde se pone a prueba si hay visión, liderazgo y voluntad política para con la educación. Es doloroso ver que el presupuesto de comunicación gubernamental es más valorado y apoyado, que el referido a la formación de nuestros niños.
Con este panorama, el sistema educativo boliviano corre el riesgo de que el año que viene no sea un verdadero año de despegue y que se quede como el eslogan de 2021, que debía ser “el año de la recuperación del derecho a la educación” pero acabó siendo el año del ministro defenestrado y del carnaval político sindical.
El ministro Pary tiene un panorama complejo ante sí. Esperemos que cuente con la visión necesaria, la capacidad de diálogo y el apoyo, imprescindible, desde arriba para avanzar hacia cambios importantes en nuestro sistema educativo tan maltrecho y vilipendiado.