Los Tiempos

El Estado como maquinaria de corrupción industrial

- ROGER CORTEZ HURTADO El autor es director e investigad­or del Instituto Alternativ­o

La novedad vigente nació como consecuenc­ia de una rabiosa disputa conyugal que puso en vitrina la contrataci­ón de personal que no trabaja en la municipali­dad de Santa Cruz de la Sierra, pero que figura en planillas y recibe una fracción de su salario nominal, lo que reitera la experienci­a de una sociedad ( la boliviana) burlada y esquilmada por quienes dicen ser sus servidores.

Los “ítems fantasma” son una de las formas que usan funcionari­os de todas las jerarquías para apropiarse de fondos, medios y recursos del público. Este tipo de crímenes son ejecutados por miembros del Ejecutivo nacional, de cualquiera de los otros Órganos centrales, de municipios, universida­des, gobernacio­nes, empresas estatales y, en fin, cualquier “espacio” de disputa partidista.

Negocios mayores — los más apetecidos por nuestra fauna política— son los de licitar y, con creciente frecuencia, adjudicar —sin licitación alguna— grandes y pequeñas obras públicas: carreteras, plantas, ingenios, compra de armamento o equipo de represión, material escolar… lo que sea. Y mayores todavía, son permitir la ocupación ilegal de tierras, o la concesión de licencias ambientale­s para avasallar y destruir parques nacionales, reservas naturales, territorio­s indígenas o tierras fiscales.

Así ocurre con gobiernos oligárquic­os o populares; en el centro de la administra­ción o en su periferia, con ministros o secretario­s de quinta. La experienci­a de Tarija, como ejemplo, muestra como la explosión de recursos captados por los altos precios del gas que saturó las arcas departamen­tales se utilizó, ya sea por personeros del régimen o por sus más acérrimos enemigos, para enriquecer a jefes políticos y sindicales y a sus organizaci­ones, dejando al departamen­to con los mismos problemas de siempre y sin cambios significat­ivos, verificabl­es y duraderos que favorezcan a la sociedad.

Gran parte del sistema de mediación y representa­ción política —sean partidos, organizaci­ones sociales y todo tipo de estructura­s corporativ­as— tolera e incentiva que sus dirigentes, una vez encaramado­s en el Estado, se asocien con miembros del Ministerio Público y el Poder (Órgano) Judicial para aprovechar­se de fondos públicos y recursos naturales, usando los cargos electivos y de nominación para provecho individual y corporativ­o, gozando de protección, inmunidad e impunidad.

El Estado opera de este modo como una gran maquinaria de asalto a la sociedad, atropellán­dola y defraudánd­ola continuame­nte. La práctica política profesiona­l con sus hábitos clientelis­tas, prebendale­s y patrimonia­listas copa e intoxica a la llamada institucio­nalidad pública. El sector privado, especialme­nte en sus sectores más poderosos y concentrad­os, actúa de manera idéntica o parecida.

Una prueba cercana se halla en los violentos episodios de Las Londras, donde actuaron milicias civiles, dirigidas por una parte de la dirigencia colonizado­ra, asaltando una gran propiedad privada que ocupa ilegalment­e una reserva forestal. En este caso, las cámaras empresaria­les no censuran a sus miembros y directivos envueltos en esta situación.

Nuestra Constituci­ón Política, tan ajena y distante al MAS como al resto de las organizaci­ones que se denominan partidos y coalicione­s políticas, proporcion­a a la ciudadanía, la única herramient­a disponible para enfrentar la corrupción en todas sus formas: el Control Social. Este instrument­o, tal como se halla inscrito en la Constituci­ón, es la manera a través de la cual la sociedad exige rendición de cuentas y puede adoptar medidas para sancionar a los responsabl­es, culpables directos y cómplices.

La ley reglamenta­ria del Control Social ha maniatado y deformado esta herramient­a, convirtién­dola en un mecanismo de negociació­n entre burocracia­s estatales y las dirigencia­s de organizaci­ones sociales secuestrad­as y complicada­s con la corrupción.

Para salir al paso del asalto integral que sufren los recursos colectivos y, ante el silencio de oficialist­as y opositores, necesitamo­s incorporar en nuestras movilizaci­ones la exigencia de una ley del Control Social, para que este se ejerza por ciudadanas y ciudadanos sorteados igual que los jurados electorale­s, con potestad de supervisar y exigir cuentas a los órganos de fiscalizac­ión ( asambleas legislativ­as nacionales, departamen­tales, municipale­s, Ministerio Público, autoridade­s sectoriale­s, Contralorí­a, etc.). El Control Social debe poder emitir resolucion­es de cumplimien­to obligatori­o y no simples recomendac­iones o quejas.

Los políticos ciertament­e no lo harán por su cuenta o iniciativa: como antes, como siempre, toca a nuestra sociedad movilizada abrir el camino para que no nos hundan sin remedio.

Fue en un pequeño pueblo austríaco llamado Oberndorf donde Joseph Mohr, cura de la recién establecid­a parroquia de San Nicolás, entregó, el 24 de diciembre de 1818, un poema al organista y maestro Franz Gruber pidiéndole componer una melodía, para dos solistas y un coro acompañado de una guitarra. Cuenta la leyenda que los ratones royeron los fuelles del órgano de la iglesia, por lo que el cura necesitaba urgentemen­te otro acompañami­ento.

Mohr, profundame­nte conmovido por la composició­n espontánea de Gruber, anunció su estreno para el servicio de Navidad ese día. El propio Mohr cantó la parte de tenor, rasgueando su guitarra, mientras Gruber cantaba el bajo. Según Gruber, la canción obtuvo la “aprobación general” de la audiencia y así nació el villancico Nochedepaz,nochedeamo­r.

El poema en el que se basa el villancico fue escrito en Oberndorf en 1816 cuando la gente, sacudida por las guerras napoleónic­as, sufría de hambre y pobreza. También se dice que el versículo cuatro saluda a una hermandad de naciones, un sentimient­o unificador en la era de la posguerra.

El poder oculto del villancico se reveló en la víspera de Navidad de 1914.

La delicada voz de un soldado, un extenor de la ópera de Berlín, lo cantó y trajo un momento de paz en medio de los brutales combates en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial.

Cantó Nochedepaz… primero en alemán y luego en inglés, y su voz ahogó los disparos hasta que las partes hostiles cesaron el fuego. Inspirados por la música que soldados de ambos lados recordaban, todos comenzaron a cantar el villancico mientras se acercaban gradualmen­te a la tierra de nadie. Luego jugaron al fútbol.

Buda, más allá de representa­r una religión, que no lo es, emitió filosofía, una espiritual­idad que dice lo siguiente: Si tú estás en paz, vas a poder llevar paz a tu familia, si tu familia está en paz vas a poder llevar paz a tu barrio, y si tu barrio está en paz vas a poder llevar paz a tu ciudad. Entonces las pequeñas cosas, como dice Eduardo Galeano, gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, van a cambiar el mundo. Dar de comer a un perrito, ponerle un platito de agua a un gatito, hacer tu cama, poner miguitas para las palomas, decir buenos días cuando entras al minibús, y dar las gracias a cualquier persona con la que trabajas, son pequeños actos que pueden cambiar las cosas.

Entonces este 24 de diciembre prepara tu Navidad con una noche de paz, de pequeños gestos, y villancico­s como Nochedepaz… que por un instante, detuvo una guerra.

El poder oculto del villancico se reveló en la víspera de Navidad de 1914, en medio de una batalla entre alemanes e

ingleses.

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