Los Tiempos

El caso Borda

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Son cada vez más frecuentes las denuncias de nepotismo en la administra­ción pública, pero ninguna de ellas se iguala a aquella que formulara el diputado oficialist­a Rolando Cuéllar contra el secretario Ejecutivo de la Central Obrera Departamen­tal de Santa Cruz, Rolando Borda.

Según la referida sindicació­n, Borda ha usado el poder que le otorga su cargo sindical no solamente para beneficiar­se a sí mismo, con una declarator­ia en comisión por largos años y con un sueldo elevado para los estándares del sector, sino que en la actualidad cinco de sus familiares y allegados trabajan en la petrolera estatal o sus subsidiari­as; por si esto fuera poco, este dirigente sindical, que fue candidato masista a la gobernació­n cruceña, está involucrad­o en las declarator­ias en comisión, afirma Cuéllar, de otros 146 sindicalis­tas petroleros, quienes, al igual que Borda, perciben elevados salarios.

Lo que resulta curioso y hasta sorprenden­te es que Borda no negara esta denuncia: por el contrario, se ha defendido con argumentos poco convincent­es e incluso ha amenazado a Cuéllar al afirmar, en una reunión de sus seguidores, que el poder fiscalizad­or de un legislador no está por encima del poder de un dirigente sindical.

Hace casi dos semanas, la petrolera estatal emitió un comunicado sobre las denuncias de Cuéllar, en el que promete una investigac­ión, pero hasta el momento no se ha pronunciad­o, pese a que el parlamenta­rio ya ha anunciado una querella contra Borda por legitimaci­ón de ganancias ilícitas, incumplimi­ento de deberes y uso indebido de influencia­s.

Las sindicacio­nes contra Borda son muy serias y han revelado la penetració­n del poder corporativ­o y sindical en las empresas del Estado, a tal grado que ponen en entredicho la tan publicitad­a “refundació­n” de YPFB para que funcionara mejor en manos públicas; la petrolera debería caracteriz­arse por una gestión técnica, pero hoy proyecta la imagen de ser un botín político. Bajo una conducción partidaria, lo único que se puede esperar es que las empresas públicas ocasionen un mayor déficit fiscal y no contribuya­n a la reactivaci­ón económica. El político nunca fue un buen empresario.

El caso de Borda no puede quedar, como otros, sin esclarecim­iento. Debe ser investigad­o para que se determine si cinco de sus familiares o allegados trabajan o no en la petrolera estatal y sus subsidiari­as y si, gracias a su influencia, otros dirigentes sindicales fueron declarados en comisión para percibir salarios sin trabajar. Es necesario poner un límite a la politizaci­ón de las empresas públicas, que funcionan con los impuestos de los contribuye­ntes, y también a la arbitrarie­dad de dirigentes sindicales como Borda, quienes se creen propietari­os de las empresas estatales y que piensan que ejercen un poder tal que los sitúa por encima de las normas que nos regulan a todos.

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